cementerio Père Lachaise de París para visitar a Édith Piaf e Yves Montand, a Jim Morrison, a Maria Callas, a Oscar Wilde, a Chopin, a Molière e incluso para pasar la mano por la abultada entrepierna de Victor Noir. En Nueva York ocurre igual en Woodlawn Cemetery —Duke Ellington, Celia Cruz o Miles Davis—, en Londrés está Highgate —con Karl Marx o George Michael—, en Viena se encuentra el cementerio central —con Beethoven, Brahms y Strauss— y en Los Ángeles el Westwood Village Memorial Park —Marilyn, Truman Capote o Janis Joplin—. El cementerio de San Vicente, en Barakaldo, no llega a este nivel. Ni siquiera, a diferencia del de Portugalete, presenta bellos monumentos funerarios, pero el barakaldés tiene sus curiosidades, sus referencias históricas y sus nombres reconocidos que bien pueden dar lugar a un tranquilo y largo paseo familiar en el que los niños pueden aprender, además de las limitaciones de la vida, sobre la historia y toponimia de la anteiglesia.
Hay que tener en cuenta que el cementerio es relativamente moderno, de sólo hace 128 años, de 1889. Antes los enterramientos se hacían junto a la iglesia de San Vicente, hasta que el arquitecto municipal Casto de Zabala creo el nuevo, además del de El Regato, que es de 1886. Se accede a la necrópolis por una portada de piedra a modo de arco de triunfo que no se llegó a finalizar. La capilla, en el centro, es de 1921 y diseñada por Ismael Gorostiza.
Si la cuestión es la belleza, en el cementerio de San Vicente destaca, en la zona de panteones el de Victoriano de Arteaga, coronado por un ángel —quizá el arcángel Gabriel—. Situados mayoritariamente junto al muro exterior, se cuentan por decenas los monumentos levantados desde finales del siglo XIX por las familias adineradas y de rancio abolengo. En general, no muestran esculturas pero en algunos casos la sobriedad que sobrecoge. Con una visita se descubren los apellidos que dan nombre a los barrios y lugares de la localidad. Gorostiza, Andéchaga, Burzaco, Sarachu, Telletxea, Castaños, Arteagabeitia, Kareaga, Loizaga o Larrea, entre muchos otros. En claro contraste, los panteones de la familia Pinto o de Motos y Jiménez rebosan de flores, de esculturas, de piezas decorativas de cristal y de mensajes de dolor y recuerdo a sus seres queridos.
Por otro lado, llama la atención el ancla del panteón "al marino Pedro de Escauriza del Campo"; la sencillez de la primera tumba junto a la puerta, de 1899, para la niña de 12 años Luisa Elola Ibarguen; o la contundente cruz para la familia Gómez-Rubiera, de que la formaba parte Manuel Gómez Canales (1869-1921), que llegó a ser gerente de Altos Hornos, que murió asesinado en un atentado y cuyo busto se encuentra en el parque de los Hermanos.
También destaca el escudo de armas en el panteón de los Echevarría, el gran muro de Del Horno Urcullu, el imponente panteón de los Legarda o el militarismo franquista del monumento "A los mártires de Baracaldo vilmente asesinados" en la Guerra Civil. Los estudiantes de maestría, encontrarán fácilmente, en el pasillo central de entrada al cementerio la tumba del exalcalde y profesor Nicolás Larburu Arrizabalaga. Enfrente está el panteón de las dominicas y de los salesianos. También los hay de las salesianas o de las hijas de la Cruz, entre otras congregaciones católicas.
En los nichos del bloque 7 se encuentra el reconocido chistulari Luis Torres Arejula 'Txistulari', también con busto en Los Hermanos, mientras en el bloque 1 de nichos de restos (NR1) se puede ver la placa que recuerda al compositor y director de la Banda Municipal de Música Jaime Texidor. Así mismo, puede localizar el panteón de Venancio Guerricabeitia, un reconocido 'palankari' o lanzador de barra en el deporte rural. En las tumbas también provoca sorpresa la lápida de Jesús Carlos Bedia Díez, que además del 'lauburu' y la ikurriña, muestra el escudo del Athletic.
En el NR1 se halla además el héroe Fermín Arana Sarachaga, que murió a los 24 años, el 20 de enero de 1945, en un accidente de gas mortal en Altos Hornos que costó la vida a un total de nueve obreros. La crónica del accidente cuenta que Arana Sarachaga entró en el recinto para rescatar a sus compañeros. Lo hizo una primera vez y sacó un cuerpo, lo hizo una segunda y extrajo otro, pero a la tercera fue el joven de 24 años el que ya no logró salir y perdió la vida.
No es la única tragedia que se puede investigar por medio de una visita al cementerio. Además de los enterramientos de niños, el panteón de Juan de Goiricelaya remite a un médico forense del mismo nombre que, según las noticias de 1906, tuvo que intervenir por el trágico vuelco del bote que enlazaba Lutxana con Zorroza y que dejó media docena de obreros muertos. El drama llega hasta el siglo XXI y también se ve reflejado en el nicho que recuerda al ciclista Ricardo Otxoa, muerto en 2001 arrollado por un coche.
En este barrio silencioso de Barakaldo, donde sólo se ve la vida en las plantas y los gatos residentes, entre los miles de 'vecinos' hay, del mismo modo, comerciantes y emprendedores cuyo esfuerzo ha llegado a nuestros días, como es el caso de Alfredo Samper y su conocida imprenta, o Nicolás Alday Goicoechea, creador de la tienda de deportes Comercial Basconia, que permanece abierta en la calle Nafarroa.