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El recorrido permite además disfrutar de algunas piezas artísticas, como los cuatro bancos de cerámica con pasajes de 'Don Quijote', la escultura de bronce 'Eva' o los jarrones y escultura de piedra en la balaustrada. Los elementos naturales, artísticos y arquitectónicos, además de su valor histórico, han llevado al Gobierno Vasco a iniciar el proceso para declarar la Finca Munoa conjunto monumental. Entre los aspectos destacados —aunque está cerrado aún al público, pendiente de una restauración— está el palacete afrancesado. La mansión original fue levantada en torno a 1860 como residencia de verano de Juan Echevarría La Llana, pero el edificio actual es una reforma de 1916 del arquitecto Ricardo de Bastida, a petición de Rafael Echevarría Azkarate y de su mujer Amalia Echevarrieta. El palacete, que después sería residencia de Horacio Echevarrieta, tiene en su fachada que mira a la ría una terraza de piedra caliza a la que se sube por dos escaleras simétricas. Es uno de los espacios a los que no se puede acceder, al igual que el interior, que esconde un gran salón con órgano, una capilla, cocina, siete dormitorios y cuatro baños-tocador para los propietarios además de, bajocubierta, seis habitaciones para el servicio, aseo, cuartos roperos y almacenes; entre otras estancias, de las que se pueden ver algunas fotografías en un panel informativo.