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Opinión | Extenuadas y cabizbajas

Marcha de mujeres contra la violencia machista

por María José Cantalapiedra


"Puede desconcertar plantear un taller para aprender a coser el botón de una camisa. Pero tiene su razón de ser. Necesitamos mujeres descansadas y reconocidas"

Es noticia. “Un taller enseñará a mujeres y varones cómo hacer bricolaje o plancha en el hogar”. En el cuerpo de la información, publicada por Barakaldo Digital, se detallan algunas de las tareas que se podrán aprender en el taller, como arreglar un grifo que gotea o coser el botón de una camisa. Constará tanto de parte teórica como práctica, algo ineludible en cualquier pretensión formativa. Es gratuito. Y lo organiza el área de la Mujer del Ayuntamiento, con un presupuesto de 3.000 euros.


Varias cuestiones se desprenden de esta noticia. En primer lugar, que en el siglo XXI llegamos a la edad adulta sin saber arreglar un grifo que gotea ni coser un botón. En una sociedad que reserva la vida de sus seres desde los dos años hasta aproximadamente los treinta para formarlos, con el consiguiente despliegue de recursos que requiere, las instituciones deben ofrecer a dichos seres conocimientos para que puedan sobrevivir. Ya sé, estoy retorciendo el argumento, pero no me digan que la especialización no se ha sobrevalorado.

En segundo lugar, en la era de Internet, la panacea del conocimiento, rebosante de tutoriales que permiten a infantes autodidactas hackear a la ONU, planchar y arreglar un grifo que gotea se presentan como destrezas inasequibles.

En tercer lugar, los asistentes, además de recibir “nociones de mantenimiento básicos del hogar -esto es, nociones de vida adulta- reflexionarán sobre la igualdad de oportunidades entre varones y mujeres”. La igualdad de oportunidades es un objetivo fundamental e irrenunciable para cualquier sociedad que aspire a ser civilizada. Esta igualdad de oportunidades requiere una previa igualdad de reconocimiento. Es decir, que, en el caso que nos ocupa, se considere el valor tanto del bricolaje como de las llamadas tareas del hogar. Porque el problema no es sólo que las mujeres carguen con las labores domésticas, sino que además esas labores se han minusvalorado, a pesar del bienestar que procuran a la familia.

La tradicional separación de tareas entre hombres y mujeres en nuestra sociedad no sólo impide la conciliación de la vida familiar y laboral de las últimas, con el perjuicio que conlleva, sino que también nos priva del reconocimiento social necesario para sentirnos orgullosas, lo que provoca falta de confianza en nosotras mismas y baja autoestima. Y así andamos. Extenuadas y cabizbajas. Puede desconcertar plantear un taller para aprender a coser el botón de una camisa. Pero tiene su razón de ser. Necesitamos mujeres descansadas y reconocidas.