por María José Cantalapiedra
"Cuando no eres euskaldún te queda hacer lo mismo que cuando no eres cualquier otra cosa: fingirlo" |
En Barakaldo es una lengua de la que se habla pero que no se habla. Olentzero recibe aún cartas en castellano. Y muchas de las que recibe en euskera están malamente escritas. Y Olentzero, claro, lo siente, por el afecto que siente hacia su lengua y también porque en ocasiones no sabe bien qué le están pidiendo. De ahí que, a veces, los regalos estén trafulcados.
Los abuelos no consiguen pronunciar los nombres de los nietos, especialmente cuando acaban en –tz, y los Erlantz, un suponer, se quedan en Erlaaannn. Los padres tienen la tabla de verbos como quien tiene un mapa de Europa, y van poniendo cada oveja con su pareja para sacar el nor-nori y sus derivados. Los nietos aprenden, en muchas ocasiones, con maestros y maestras que sacaron el perfil lingüístico con la misma tabla de verbos y que se sienten cuando lo hablan como si bailaran chachachá con una escafandra, esto es, el ritmo limitado.
Cuando no eres euskaldún te queda hacer lo mismo que cuando no eres cualquier otra cosa: fingirlo, aparentarlo. Primera regla: todos los lazos familiares se expresan en euskera (aita, ama, amama, etc.). Segunda regla: con la cuadrilla siempre comentas que está científicamente demostrado que aprender una segunda lengua abre la mente e incentiva algún córtex, el cerebral si puede ser. Tercera regla: incorporas palabras y expresiones en euskera como si no te acordaras de cómo se dicen en castellano, “tengo que preparar el txostena”. Cuarta regla: aprendes canciones en euskera, empezando por el horra, horra, gure Olentzero.
Pero Olentzero sabe. Sabe que el nor-nori, salvo la tercera persona, no va bien. Y sabe. Sabe que cuando los txikis abren los regalos expresan su entusiasmo o decepción en castellano. Sin embargo, él y su infinita paciencia vendrán las próximas navidades, agradecerán los perfiles lingüísticos de los adultos y la espontánea verborrea euskaldún de los niños, perdón, txikis, e intentarán atinar con las cartas que le envíen, aunque tengan un barullo de verbos auxiliares y a algunas les falte alma.