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Sin Fronteras | Padre Tono, dar todo y para siempre a la gente de la Patagonia



por Mariela Estévez Campos | Fotos cortesía de Antonio Sánchez Lara

Cuando aún era un niño, las palabras de un misionero español que volvía de China y que les enseñó a comer con palillos y la ordenación de un joven sacerdote confirmaron una vocación religiosa nacida en el seno de su familia. El 4 de marzo de 1969, sin haber cumplido aún los 19 años, Antonio Sánchez Lara –'padre Tono'– (Barakaldo, 3 de septiembre de 1950) salió para la Patagonia argentina, entre cuyas gentes ha construido su vida y de dónde no se plantea volver. Actualmente ejerce, en compañía de otro sacerdote español, José David García (Trespaderne – Burgos), como misionero itinerante y delegado de la pastoral indígena en Trelew —provincia de Chubut—, una de las zonas más desfavorecidas de la Patagonia. Solidario con la empobrecida población, critica duramente a las multinacionales —incluida la española Repsol Ypf— que se llevan el oro, uranio, plata y petróleo con métodos contaminantes y “siembran muerte en los territorios indígenas y pobreza en sus hogares”.








Guarda infinidad de recuerdos de una infancia feliz de juegos por las calles de Barakaldo, de tardes de cine comiendo pipas o cacahuetes, de huidas apresuradas para escapar de los dueños de las huertas en cuyos frutales se proveían, de la leche en polvo del Plan Marshall que les daban en el colegio y de la práctica del deporte: fútbol, baloncesto, balonmano, vóley y pelota mano en el frontón de una o dos paredes. Y admira de su tierra de origen el espíritu de trabajo y superación del pueblo barakaldés, la buena convivencia entre vascos e inmigrantes de otras provincias y la fortaleza de las raíces vascas manifestadas en la cultura, las fiestas, el folclore y las expresiones religiosas.

Pregunta. ¿Qué recuerda de su infancia en Barakaldo?
Respuesta. Esta pregunta hace que muchas cosas se agolpen en mi memoria y me devuelvan a la alegría de mi niñez en compañía de mis padres, hermanos, familiares, vecinos y amigos. En un primer momento vivíamos frente al antiguo matadero, en la calle Berriochoa. Por eso el matadero, el colegio de los Hermanos, la calle Juan de Garay, la subida hacia la antigua Avenida Elcano (posteriormente Avenida Argentina), las huertas con sus frutales fueron los lugares apropiados para crecer como niños con nuestras travesuras.

P. ¿Cómo se divertían?
R. Saltábamos los paredones para jugar al fútbol, sacábamos frutas o colitas de cerdo, corriendo para salvarnos de los dueños o de los encargados de los lugares, hacíamos las ‘güitis’, tarritos con carburo o jugábamos a las canicas. Así era nuestra  diversión y así crecía nuestra amistad entre los chicos. Los domingos, con la propina de los padres o de algún tío, no nos perdíamos el cine, que estaba frente a la Plaza, con las riquísimas pipas o cacahuetes y algunos dulces para acompañar las películas de vaqueros o de acción.

P. ¿Estudió en los Salesianos?
R. Hasta los ocho años, viviendo en Berriochoa, concurría a la antigua escuela pública que está ubicada donde actualmente se encuentra enclavado el Ayuntamiento, escuela que después fue demolida y que me vio dar los primeros pasos en los estudios académicos y en la convivencia con los maestros y mis colegas de grado. Ahí recibíamos el vaso de leche en polvo, el queso norteamericano, que le llamábamos. Cursé los últimos años de la escuela elemental o primaria en el colegio San Paulino de Nola, en los Salesianos de Barakaldo, antes de ingresar al seminario para seguir los estudios secundarios.

P. ¿Cómo fue su adolescencia?
R. Desde los 10 años, el escenario de mi vida cambió y pasó a ser el barrio Zuazo, a las afueras del pueblo, y con mayor referencia a Retuerto y San Vicente. Ahí compartíamos, con un grupo de chicos que cursábamos los estudios en el colegio salesiano, las caminatas para ir y venir, caminos de tierra y barro, la cuesta de la carretera nueva, el paseo de los Fueros. Pasaba bastante tiempo en el barrio pero mucho más en el oratorio de los salesianos.

P. ¿Qué le marcó más del colegio?
R. Mis recuerdos de los salesianos se entremezclan: los deportes, la diversión, las películas, los momentos de oración y las relaciones de amistad con los sacerdotes, los maestros y los compañeros. Las aulas del colegio durante la semana, y el patio, con sus actividades recreativas, deportes, premios y películas durante las tardes del sábado y domingo fueron los ambientes que me cobijaron, me educaron, me fortalecieron e hicieron nacer mi vocación salesiana y sacerdotal.

P. ¿Le gustaban los deportes o era de los alumnos empollones?
R. No estuve nunca reñido con los estudios. Mis calificaciones siempre han sido entre regulares y buenas. He estado bien conceptuado por los maestros y superiores del colegio. No obstante, desde muy chico, siempre me gustaron y destaqué en la gimnasia, en los juegos olímpicos escolares y en los deportes. Formaba parte de los equipos de fútbol, baloncesto, balonmano y vóley. También practiqué con fervor y gusto la pelota mano en el frontón de una o dos paredes. Pude integrar equitativamente el deporte y el estudio sin grandes problemas, pero mi inclinación más fuerte fue hacer deporte.

P. ¿A qué edad nació su vocación religiosa?
R. Considero que mi vocación religiosa se inicia en la vida ordinaria de mi familia aunque se despierta cuando yo tenía unos 12 años, en el último año de la escuela primaria en el colegio salesiano de Barakaldo.

P. ¿Desde el primer momento se planteó ir a misiones?
R. A los 12 años decidí entregar la vida como salesiano al servicio de los jóvenes, pero con una particularidad ya que el inicio estuvo marcado por la presencia de un misionero español que venía de China y entre sus palabras y enseñanzas aprendimos a comer el arroz con dos palillos. Este acontecimiento y la ordenación sacerdotal de un joven salesiano me motivaron a ser sacerdote y ser misionero. Mi modelo e ideal era san Francisco Javier, que entregó su vida por los pueblos no creyentes del Extremo Oriente .

P. ¿Cuánto de vocación de servicio y cuánto de amor por la aventura hay en un misionero?
R. La ilusión de vivir intensamente, la entrega de la vida en los desafíos, en ambientes exigentes es fuerte en un principio y por eso los peligros, las aventuras, las renuncias se convierten en desafíos pero no en miedos. Es posible que el misionero sienta la tentación de ser héroe de Dios. Cuando se comienza la misión, en mi experiencia, empieza una escuela de vivir con los desposeídos, los abandonados y los pobres. El misionero aprende a ser humilde, servicial, a ser compañero cotidiano de cada uno de ellos y de sus comunidades,  testigo de Jesús para los que pueden sentir la tentación de sentirse lejos y abandonados de todos, incluso de Dios. El misionero ya no es héroe, es un débil rostro de Dios cercano y misericordioso.

P. ¿En qué lugares ha trabajado?
R. Por un proyecto entre los salesianos de Bilbao y los de la Patagonia argentina, en el cual estábamos inmersos desde 1966, a los misioneros salesianos del País Vasco nos enviaban a tierras patagónicas, soñadas por Don Bosco. Desde 1969 estuve allí 44 años, como docente, director de colegios, párroco, delegado de pastoral juvenil diocesana y del voluntariado juvenil misionero en las provincias de Chubut y Neuquén, entre otras. En estos momentos, y continuando 14 años previos, desde 1999, me desenvuelvo como misionero itinerante en tierras de Neuquén y Chubut.

P. ¿Cuánto tiempo lleva en Chubut?
R. Poco, desde el 14 de enero, aunque ya había estado ocho años en esta provincia como director de un colegio y ocasionalmente acompañando experiencias de misión y campamentos de solidaridad en comunidades indígenas mapuches-tehuelches.

P. ¿A qué le costó más adaptarse?
R. El haber venido muy joven, a los 18 años, me facilitó el integrarme y amoldarme con toda naturalidad y sin dificultades a las costumbres, cultura y vida de la Patagonia. Puedo asegurar que no me costó ni dejar mi patria ni a mi familia.

P. ¿En qué consiste su trabajo?
R. Recorro la meseta norte de Chubut y estoy integrado en una comunidad formada por seis salesianos: cinco sacerdotes y un hermano coadjutor. Entre todos atendemos una parroquia-santuario, un centro juvenil, un centro de capacitación en oficios: carpintería de madera y aluminio, soldadura, electricidad y albañilería. Además atendemos la gran zona misionera de la meseta central del Chubut, donde recorremos centenares de kilómetros acompañando a 11 comunidades aborígenes o indígenas, tres pueblos —Gan Gan, Gastre y Telsen—con alrededor de 800 a 1.000 habitantes cada uno y seis aldeas escolares.

P. ¿Qué son las aldeas escolares?
R. Son centros habitados cuya referencia es la escuela y los albergues de chicos del campo. Están constituidas por casas donde viven las familias que tienen hijos en edad escolar. Cada aldea tiene entre 100 y 150 personas.

P. ¿Qué necesidades específicas tiene la población de esa zona?
R. El abandono y la falta de atención gubernamental es casi total. Se ve mucha hambre, frío, falta de educación y trabajo. Se puede decir que se escucha el grito contenido de los que no tienen cubiertas las necesidades más básicas del ser humano.

P. ¿Qué valora sobre todo de sus gentes?
R. Tienen muchísimos valores humanos y cristianos. Muchos no han recibido enseñanza escolar pero la vida, el esfuerzo, el rigor de la tierra y la soledad les han enseñado una sabiduría fuerte y profunda. Saben dar respuesta a cada momento con pocos medios y con mucha esperanza. Son fuertes, pobres pero luchadores, solidarios y fraternos.

P. ¿La población de Patagonia no se beneficia de sus recursos petroleros y turísticos?
R. Las empresas, en su mayoría extranjeras, se llevan los dividendos y riquezas, y dejan al pueblo pobre, lleno de contaminación y cada vez más desilusionado. Esto pasó con Repsol-YPF. Declaraciones en España de ganancias multimillonarias y poblaciones cercanas empobrecidas y contaminadas con hidrocarburos. Hoy las megamineras multinacionales a cielo abierto y con cianuro se llevan oro, uranio, plata y siembran muerte en los territorios indígenas y pobreza en sus hogares.

P. ¿Qué hace el Gobierno argentino?
R.  En la gran meseta del Chubut unos pocos reciben ayuda de organizaciones gubernamentales pero la sensación generalizada es de abandono. No se genera trabajo, ni se conceden ayudas frente a las adversidades naturales. Por ejemplo, desde junio de 2011, por efecto de las cenizas del cordón volcánico Puyehue, murieron el 70% de los animales de crianza —ovejas, cabras, caballos y vacas— y hasta ahora no se ha recibido ninguna compensación gubernamental ni de ninguna otra institución.

P. ¿Cómo se ganan la vida los habitantes de la zona?
R.  La mayoría no tienen solvencia económica, viven al día con algún subsidio de la nación, alguna pensión, la venta de algunos de sus animales, lana de ovejas o pelo de chivas. Viven con poco dinero y mucha necesidad.

P. ¿Cómo se ha vivido ahí la elección de un papa argentino?
R. Con mucha admiración y alegría. La fe, el amor y la adhesión a la Iglesia han crecido. El pueblo sencillo siente que la Iglesia, a través del papa Francisco, se ha acercado a su vida, a sus sentimientos y problemas. Escuchan sus palabras con avidez, las entienden y comentan: “es argentino, es uno de los nuestros”.

P. ¿Qué echa de menos de Barakaldo?
R. El espíritu de trabajo y superación del pueblo barakaldés en momentos de pobreza; la buena convivencia entre vascos e inmigrantes de otras provincias. La fortaleza de las raíces vascas manifestadas en la cultura, las fiestas, el folclore y las expresiones religiosas de todo el pueblo tanto en la fiesta patronal de la virgen del Carmen como en las de los distintos barrios.

P. ¿Qué se llevaría de Chubut a la anteiglesia?
R. Las ganas de vivir en comunidad. La presencia de laicos cristianos comprometidos con la fe, la catequesis, la evangelización. La presencia de jóvenes que intentan construir una iglesia y una humanidad con valores de fraternidad, solidaridad, misioneros entre los pobres y aborígenes. La experiencia de iglesias hermanas que comparten la fe y la riqueza espiritual y material con las más pobres mediante la caridad y el intercambio de recursos humanos y materiales.

P. ¿Se plantea volver?
R. No. No lo siento y ni lo pienso. Mi proyecto de vida fue dar todo a la Patagonia y a su gente; vivir al servicio de los jóvenes, los pobres y aborígenes. Mi vida está acá en la Patagonia argentina y acá quedaré para siempre.

P. ¿Qué les diría a los jóvenes barakaldeses que sientan la vocación de ir a misiones?
R. Que tengan un corazón solidario, grandeza de espíritu y confianza en Dios para ponerse en sus manos y dar toda la vida en bien de los más desprotegidos y olvidados.

P. ¿Y a los que se planteen realizar voluntariado desde alguna ONG?
R. Que no se crean que van a conquistar ni que van a educar ni a salvar a nadie. Que no creen en su mente y actividad dos mundos diferentes: uno desarrollado, que sabe, tiene, puede e impone; y otro que es inferior, pobre, necesitado y que es incapaz de progresar por sí mismo. Que su actividad no sea motorizada por el asistencialismo o la caridad sino por la justicia y la fraternidad, es decir, ser y vivir como voluntarios para caminar juntos intercambiando lo que se es y lo que se tiene.

P. ¿Trabajan ustedes conjuntamente con estas organizaciones?
R. Sí, pero no tanto con las ONG europeas sino que suscitamos y promovemos un voluntariado misionero autóctono entre nuestros jóvenes. Es más difícil pero más fecundo porque nos hace crecer y fortalecernos ante los desafíos y necesidades de nuestras comunidades.