Foto: Pere Rovira
Por Adela Estévez Campos
Una búsqueda en Google de su nombre llevó a Pablo Martín Sánchez (Reus, 1977) a descubrir la existencia de un homónimo barakaldés, anarquista y tipógrafo, condenado a muerte por garrote vil, en un juicio lleno de irregularidades, por formar parte de una conspiración contra la dictadura de Primo de Rivera y al que, años después, la República dedicó una calle y nombró hijo adoptivo. Aquel episodio le ha inspirado la novela 'El anarquista que se llamaba como yo'.
La noticia, en 'La voz', en 1924 |
El complot se había fraguado en 1924, cuando un grupo de anarquistas refugiados en París, entre los que se encontraba Durruti (que no participó en la acción) decidió adentrarse armado en España, con el fin de ir sumando efectivos pueblo por pueblo para organizar la revolución contra el régimen. En Vera tropezaron con un grupo de guardias civiles y carabineros.
En el enfrentamiento resultaron muertos dos guardias y uno de los conspiradores. Durante la retirada murió otro de los asaltantes y hubo 20 detenidos. Fueron condenados a muerte tres de los apresados, entre los que se encontraba el vecino de Barakaldo, Pablo Martín Sánchez, que había huido a Francia después del asesinato del gerente de Altos Hornos y que, cuando era conducido hacia el garrote, logró liberarse de sus captores y se suicidó tirándose por una ventana al patio de la prisión.
Los sucesos de Vera de Bidasoa que ya habían sido llevados a la ficción por Pío Baroja en 'La familia de Errotacho', forman parte del argumento de la novela 'El anarquista que se llamaba como yo', del catalán Pablo Martín Sánchez que, publicada por Acantilado a finales de 2012, se reedita ahora, agotada su primera edición, gracias al éxito obtenido por parte de la crítica y del público.
Martín Sánchez es graduado en Arte Dramático, licenciado en Teoría de la Literatura y Literatura Comparada, y posee un máster en Humanidades. Ha trabajado como traductor, lector editorial, corrector, librero y actor. Es autor de un libro de relatos, Fricciones. 'El anarquista que se llamaba como yo' es su primera novela.
Pregunta. ¿Qué le decidió a escribir una novela sobre la vida de un anarquista de Barakaldo?
Respuesta. Ni más ni menos que lo que proclamo en el título: que se llamaba como yo. Y luego, claro está, el destino trágico que le llevó a protagonizar uno de los episodios más controvertidos de la dictadura de Primo de Rivera.
P. ¿Dónde se documentó sobre su historia?
R. En los archivos, en las hemerotecas, en internet, en Barakaldo, en Vera, en París, en San Juan de Luz y preguntando a la gente.
P. ¿Hasta qué punto está presente la anteiglesia en la obra?
R. Barakaldo está presente desde el prólogo, donde aparecen el registro civil o la taberna Txalaparta. Y también en los primeros y últimos capítulos con numeración romana, donde se invocan el barrio de Desierto, la iglesia de San Vicente o el asesinato del gerente de los Altos Hornos. Afortunadamente, tengo unos amigos en Barakaldo, Dani y Agurtzane, que me acogieron cuando fui allí a investigar.
P. ¿Fue determinante Barakaldo en la formación y en la vida de Pablo Martín?
R. El Pablo Martín Sánchez histórico nació en Barakaldo y la República llegó a bautizar una calle con su nombre y a nombrarlo hijo adoptivo.
P. ¿El suceso tuvo mucha repercusión en su tiempo?
R. Bastante más de lo que uno creería a juzgar por lo poco que se conoce la historia. Apareció en todos los diarios de la época y fue un caso que conmocionó a la sociedad española en general y Navarra en particular, pues fue en Pamplona donde tuvo lugar la ejecución de los reos. Llegaron a pedir el indulto la Cámara de Comercio, la Asociación de la Prensa, la Sociedad Deportiva Osasuna, la Cruz Roja, la Diputación, el Ateneo y el Partido Socialista, entre otros.
P. ¿Hubo muchas irregularidades en el proceso que condenó a garrote vil a Martín Sánchez?
R. Rotundamente, sí. Miguel de Unamuno, Vicente Blasco Ibáñez y José Ortega y Gasset escribieron alimón esta carta que que reproduzco en el epílogo de mi novela: “Las declaraciones que constan en autos no les fueron leídas a los procesados para que expresasen su conformidad; los detenidos no lo fueron in fraganti, sino bastantes horas después del hecho; no fueron tampoco sometidos al reconocimiento de testigos en rueda de presos. El fiscal mismo del Consejo Supremo, al formular su acusación, comprendiendo que se fundaba en una prueba arbitraria, hace constar su deficiencia y acusa como en un juicio medieval, por convicción moral”. De hecho, hubo dos juicios y en el primero fueron absueltos por falta de pruebas.
P. ¿Qué hay de cierto en los rumores de que en realidad no se suicidó?
R. Esa es la pregunta del millón. Pío Baroja ya se hizo eco de esos rumores en 1932, cuando publicó La familia de Errotacho, una crónica novelada de los hechos. Y el rumor sigue circulando en el ciberespacio.
P. Por qué hay tan poco publicado sobre la dictadura de Primo de Rivera?
R. Si lo comparamos con la dictadura de Franco, es normal que haya menos cosas publicadas, aunque solo sea por una cuestión cronológica: apenas siete años contra más de 36. Y si hablamos de novelas, es cierto que la Guerra Civil se lleva la palma, pero también tiene su lógica, tanto por proximidad como por trascendencia.
P. ¿Cuánto hay de realidad y cuánto de ficción en su novela?
R. Hay mucho de ambas.
P. ¿Sabe si vive algún descendiente o familiar de Pablo Martín?
R. Sí, varios de ellos se han puesto en contacto conmigo tras la publicación de la novela. Algunos incluso me han pedido si les podía mandar un ejemplar firmado. Desde luego, ninguno le conoció personalmente, pero no deja de ser una cuestión delicada: por eso yo siempre insisto en que se trata de una ficción y no de un libro de historia. Una ficción, eso sí, que recupera la figura de su antepasado, devolviéndola al candelero.
P. ¿Cree que después de su novela algún historiador se animará a investigar los hechos?
R. Nada me gustaría más. De hecho, se podría decir que he escrito la novela para ver si alguien se anima a escribir la historia. Aunque me consta que hay gente que lleva tiempo investigando sobre ello, como Miguel Ángel Martínez Vitores. La responsabilidad de escribir la Historia es de los historiadores; los escritores tenemos la obligación de inventárnosla.
P. ¿Tienen alguna similitud los grupos anarquistas de principios del siglo XX con los movimientos antisistema actuales?
R. Es una pregunta delicada y merecería un análisis más profundo. Pero se podría decir que sí, desde luego, que hay similitudes. Por ejemplo, en la idea de que otra forma de hacer política es posible. El espíritu ácrata nunca ha llegado a desaparecer del todo: ni pudo con él la dictadura de Primo de Rivera, ni pudo con él la de Franco, ni está pudiendo con él el capitalismo salvaje del siglo XXI.
Foto: Pere Rovira |
R. Si dijera que sí, mentiría. Aunque la auténtica sorpresa fue que Jaume Vallcorba quisiera publicar la novela. A partir de ahí, cualquier cosa era posible.
P. Usted ha dicho: “Una revolución se puede hacer sin héroes pero no sin mártires”. ¿No le parece que la Revolución de los Claveles de Portugal desmiente esa frase?
R. Yo no he dicho eso, lo ha dicho Durruti. Y ni siquiera el Durruti real, sino el de mi novela. Medio siglo antes de la Revolución de los Claveles, por cierto. A mí me gustaría pensar que esa frase ya no tiene vigencia; pero me gustaría más pensar que jamás la tuvo.
P. También ha dicho: “Hablando de los otros, hablo de mí”. ¿Qué parte de usted hay en su protagonista?
R. Seguramente más de lo que yo creo y menos de lo que creen los demás.
P. ¿Cómo se pasa de interpretar las obras de los demás como actor o traductor, a crear las propias? ¿Corrector es quizás el paso intermedio?
R. No, para mí corregir es un feo vicio convertido en un lindo oficio. Actuar o traducir sí se aproximan más al trabajo de escritura, porque no dejan de ser formas de lectura. Y escribir es otra manera de leer.
P. ¿Está escribiendo una nueva obra?
R. Llevo 11 años escribiendo una obra que no verá la luz hasta el año 2026, si nada lo impide. Y lo de ver la luz no es una metáfora: los textos que la componen, una vez escritos, son introducidos en un sobre y lacrados. Es un proyecto inspirado en una obra inacabada de Georges Perec. Pero entre medias habrá otros libros, espero.
P. ¿Es verdad que esta novela es la primera de una trilogía?
R. ¿Quién lo ha chivado? ja, ja, ja. Bueno, es una idea que tengo en mente, pero no una trilogía al uso, sino una 'trilogía del yo' muy particular, basada en esos tres elementos que conforman toda biografía mínima: nombre, lugar y fecha de nacimiento. Llevo ya algún tiempo trabajando en una historia que sucede el 18 de marzo de 1977. Y no me extrañaría que la obra dedicada a Reus tuviera algo que ver con el poeta Gabriel Ferrater. Y hasta ahí puedo leer.
P. Si dentro de 80 o 90 años otro Pablo Martín Sánchez busca en Google —o lo que exista entonces— su nombre, ¿qué le gustaría que encontrase?
R. Ja, ja. El pudor me impide contestar.