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"Noté un golpe por detrás, me cortó el cuello y salí corriendo"


 Una amiga de Cristina, dice que el presunto asesino no sabe leer ni escribir bien y que tampoco conoce el orden de los meses del año ni la tabla de multiplicar • La madre del autor del crimen sostiene que su hijo tiene la mentalidad de un niño de ocho años  

por Koldo Llorente

“Empecé a notar golpes por la espalda, pensaba que estábamos solos en casa, me giré e intenté sujetar la catana con la que me golpeaba, se cayó al suelo y en ese momento sacó un cuchillo y grité '¡Por favor, no lo hagas!, Mientras tanto él se llevaba el dedo índice a la boca para pedir silencio.  Sin embargo, no me dio tiempo a reaccionar, me clavó el cuchillo en el cuello y conseguí huir y Cristina se quedó sola”, cuenta entre lágrimas el compañero sentimental de Cristina Estébanez. Es el tercer día del juicio contra el exnovio de la joven, que mató a puñaladas a la mujer el 6 de diciembre de 2010 tras acceder al piso de la víctima en La Inmaculada, en el barrio de Cruces.

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La lista de testigos que han declarado en la jornada incluye al padre de Cristina, la hermana de ésta, los amigos del grupo de la pareja, la madre del acusado y el coordinador de la obra de la vivienda.

El novio en el momento del crimen ha relatado que el presunto asesino, que robaba a la víctima "todo el dinero que podía", llegó a amenazar con montar a la mujer en el coche y tirarla por el puente de Rontegi si le dejaba. Ella era una persona sumisa, según este testimonio. La fiscal le ha preguntado si el ahora juzgado tenía un problema con el juego a lo que le ha contestado: “Le he llegado a ver controlar hasta cuatro máquinas a la vez mientras Cristina esperaba sentada comiendo pinchos de una bandeja”.

El agredido ha contado que ha empezado a trabajar hace una semana y que ha estado con tratamiento psicológico todo este tiempo. Ha añadido que el día que Cristina denunció a su exnovio para que pusieran una orden de alejamiento, éste estaba con el coche debajo de su casa vigilándola con unos prismáticos. “Puede quedarse en la sala o marcharse”, le informaba la jueza el finalizar la declaración. “Me voy”, ha contestado.

El siguiente en entrar en la sala ha sido el padre de Cristina, José Carlos Estébanez, que ha negado conocer o tener relación con el acusado y que Cristina no le hablaba de él. Aun así, ha dicho que intentó poner una denuncia en dos ocasiones porque la acosaba: “Le llamaba a altas horas de la madrugada, la tocaba el timbre y yo veía a mi hija atemorizada”, ha explicado.


La última de la familia en declarar ha sido la hermana de Cristina, Noemi Estébanez. “Le dije a mi hermana que le denunciase y ella me contestó que si le dejaba la mataba”. Según ha indicado, víctima y victimario dejaron de verse una vez dictada la orden de alejamiento.

Los cinco siguientes en testificar han sido amigos del acusado. El primero de ellos, IR, ha explicado a la jueza que el encarcelado es “un poco tonto y muy niño” y, en cuanto a la relación que mantenía con Cristina, ha dicho que seguían viéndose en el bar y en la lonja que compartían con los amigos estando vigente la orden de alejamiento de 300 metros. El testigo ha añadido que el imputado era un “calzonazos”, que la víctima era muy autoritaria y que encima tenía un problema con el juego y el imputado le solía prestar dinero.

Otro de los amigos ha sostenido que la relación entre los dos era completamente normal y que el día anterior a los hechos le pidió la moto para ir a recoger material de escalada a casa de otro conocido, quien también ha testificado diciendo que Cristina y el asesino mantuvieron su relación hasta el día en el que ocurrieron los hechos a pesar de haber una orden de alejamiento de por medio. Un arnés, dos mosquetones y una cuerda para irse a escalar con sus amigos del trabajo es el material que le entregó al acusado, quien el día del crimen, taquicárdico y llorando, sólo podía decir “Me ha engañado, me ha engañado”.

La supuesta falta de agresividad del autor confeso del crimen ha sido repetida por varias personas, que han insistido en el carácter "fuerte" de la víctima. Una amiga de la fallecida ha llegado a afirmar que el victimario hacía lo que Cristina quería y que ésta menospreciaba al que, finalmente, le quitaría la vida.

La madre del acusado ha defendido que su hijo tiene la mentalidad de un niño de 8 años, no sabe llevar una conversación de adultos, ve en la tele dibujos animados, no se sabe la tabla de multiplicar y que estuvo en una escuela especial para niños con retraso. Así mismo, ha asegurado que la víctima llamaba “puto negro” al enjuicidado y le decía que se volviese a su país. Por último ha terminado diciendo que le denunció para conseguir una orden que le alejase de él porque le engañaba con otra persona.

La última persona en testificar ha sido el coordinador de la obra de la vivienda de Cruces, que ha admitido que el día en el que ocurrieron los hechos había una manipulación o alteración en la obra que es prácticamente improbable que haya sido por alguno de los trabajadores.