Creadora inquieta y coreógrafa iconoclasta, Rocío Molina ha acuñado un lenguaje propio cimentado en la tradición reinventada de un flamenco que respeta sus esencias y se abraza a las vanguardias. Radicalmente libre, aúna en sus piezas el virtuosismo técnico, la investigación contemporánea y el riesgo conceptual.
Sin miedo a tejer alianzas con otras disciplinas y artistas, sus coreografías son acontecimientos escénicos singulares que se nutren de ideas y formas culturales que abarcan desde el cine a la literatura, pasando por la filosofía y la pintura.
Su búsqueda artística ha sido reconocida con numerosos galardones, entre ellos, el Premio Nacional de Danza 2010, el León de Plata de la Danza de La Bienal de Venecia, en 2022, o la Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes, ese mismo año.