Texto de López Lesaka
Me gustaría considerarme uno de esos malditos, hijo del rock, salvaje y proscrito, pero mi autoestima es demasiado severa y enseguida que subo me jode la fiesta. así que a veces me consuelo, buscando en mis pinturas fugaces destellos que recuerden a ellos, y me dejo caer en profundos sueños de niño pequeño.
no pinto lo que veo, mi trabajo viene de dentro y uso el desnudo, porque reviento si no cuento un cuento. Mis figuras son tristes, trémulas hijas del tormento, y el color me gusta potente, pues amansa bien la rabia del cuerpo. además, soy imperfecto, busco virtud en el defecto, y el límite técnico que a veces encuentro, sucumbe débil al dictador sentimiento.
Mas la quimera es breve en efecto, y pronto doy de bruces con el suelo. por eso trabajo sin descanso, esperando que sea el próximo cuadro quien me saque del barro, y siempre el mismo resultado, una vez lo termino, lo miro y vuelvo a sentir el fracaso, o el no éxito, en el mejor de los casos.
Y así transcurren los días, que cuentan ya 8.204, luchando entre cielo e infierno por arrancar de mi boca un bronco amago de halago, mientras proliferan a mi espalda pilas de cadáveres pintados, que hoy con mimo y cuidado traigo resucitados, para que luzcan sus huesos a orillas del negro mármol.
Quien no se entiende, busca y quiere saber, se cuestiona, ansiando comprender, pero simples palabras no sacian su sed, porque está oscuro ahí abajo y apenas queda un segundo de luz para ver.
Únicamente el recuerdo, un simple flash, una sensación que tan rápido como viene se va, parco resultado de la lucha sin final.
Quisiera la respuesta definitiva, la última verdad, salir de dudas para no volver a preguntar, pero solo recibe miserias de un todo colosal, cuervos que recuerdan que no hay cura para el mal, pistas confusas de un misterio que encierra diez mil más.