por Silvia Bolaños
Barakaldo, 28 oct 2018. 700 kilómetros, 63 etapas y cuatro años. Son las cifras de récord de la hazaña que el barakaldés Jon Ibarrola ha completado este mes de octubre al llegar a Cabo Ortegal (A Coruña) tras recorrer a nado en aguas abiertas la costa cantábrica. “No tenemos constancia de que nadie más lo haya logrado”, cuenta ilusionado.
Este vecino de Cruces, socorrista de profesión, se lanzó al reto acompañado por el durangués Aitor Iturriaga y varios amigos piragüistas. “Me encanta el mar desde crío. No sé de dónde me viene la relación porque en casa nadie tiene esa afición. Yo siempre he participado a título personal en travesías organizadas en Bilbao, Bermeo o Donosti”, explica.
“Conocí a Aitor, desarrollamos una cierta afinidad y decidimos bordear en una travesía de cinco kilómetros la isla de Ízaro desde Laida hasta Laga con un grupo de amigos que iba en piragua. Después hicimos la costa vizcaína y entre 2015 y 2016 completamos la costa vasca”.
En esas primeras experiencias durante los fines de semanas y las tardes libres, los dos nadadores aficionados iban acompañados de Bittor Zabala, un compañero que tuvo que abandonar la aventura por motivos laborales.
Ibarrola, Iturriaga y Zabala cubrieron un total de 190 kilómetros en 21 etapas que les supieron a poco. Así fue como decidieron continuar por Cantabria, Asturias y Galicia para recorrer por completo el mar Cantábrico, desde la desembocadura del río Adur en la costa vascofrancesa hasta Cabo Ortegal en la localidad coruñesa de Cariño, con una media de 12 kilómetros por etapa que en condiciones favorables recorren en cuatro horas, siempre buscando "puertos seguros".
Un reto “nada sencillo” en el que han tenido que hacer frente a las corrientes, el sol abrasador, las bajas temperaturas del agua —de 17ºC en la costa gallega— o la lluvia. Y que también les ha obligado a estudiar la geografía de cada punto de paso y organizar las etapas por su cuenta con dos coches — uno en el punto de salida y otro en el de llegada— y el apoyo de los piragüistas encargados de proporcionarles avituallamiento, protegerles de las embarcaciones a motor en el mar e indicarles la ruta.
Un respaldo que tuvieron que extremar en los pasos más complejos como el Cabo Estaca de Bares (A Coruña) —el punto más septentrional de la Península Ibérica— con el acompañamiento de un velero.
Más allá de algún susto con los cambios de corriente, el oleaje o las galernas y momentos difíciles en los que han llegado a perder de vista al piragüista o tener que abortar la etapa por las malas condiciones climatológicas, han finalizado, este 5 de octubre, la aventura de forma satisfactoria. Algo en lo que sin duda influyen la experiencia acumulada y la exigente preparación física y mental.
Ibarrola entrena la resistencia tres días por semana en el grupo de natación máster de las piscinas de Gorostiza, una quincena de aficionados que trabaja bajo las pautas de un monitor. Y siempre que es posible en el mar. “El mar está vivo, es más bonito. Sientes su sabor, el salitre y la temperatura, ves los peces. Nadas con los cinco sentidos”, señala.
“Este reto ha sido una historia de superación y de amistad. Conoces gente, convives con ella y se crea un vínculo de confianza. Pero también es importante tener el apoyo de los de casa y el contacto con la naturaleza”, comenta emocionado.
El nadador barakaldés encuentra complicado escoger el mejor paisaje de los recorridos. “San Juan de Gaztelugatxe desde el mar, el flysch de Zumaia, el Cabo Peñas es mágico y Galicia es una pasada.”.
Aunque tanto Ibarrola como Iturriaga nadan por el placer de hacerlo, no descartan abanderar con orgullo alguna causa solidaria si alguien se lo propusiera. Y ya piensan en sus próximas metas.
“Ahora nos hemos propuesto hacer retos intensos, pero más cortos. Por ejemplo, bordear la isla de Formentera nadando unos 80 kilómetros en una semana”, apunta. También les atrae la idea de hacer etapas de un día por las islas Canarias. “Estoy cansado de pasar frío, necesito aguas más cálidas”, confiesa entre risas.