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La vecina de Llano Mertxe López Serrada debuta como escritora con una novela erótica

Mertxe López Serrada
"Siempre me ha encantado escribir pero nunca había encontrado el momento adecuado". Mertxe López Serrada (1970), natural de Sestao y vecina del barrio barakaldés de Llano desde hace 12 años, lo dice en la página final de su primer libro, '¡Te voy a comer, caramelito!', una novela erótica, de final feliz como a ella le gustan, con la que debuta en la literatura. "Es uno de esos sueños que tienes en la vida", admite López Serrada. Casada, con un hijo de nueve años y, desde sus 19 años, auxiliar administrativo de una empresa de distribución de alimentos, ha logrado compatibilizar su vida familiar y personal, sus horas de atención telefónica y facturas de empresa, con la escritura de un volumen de nada menos que 609 páginas, que han ido surgiendo en las noches, cuando el resto de las cosas de la vida cotidiana ya estaba arreglado y nada le podía molestar.

El proyecto brotó cuando hace un año, tras el verano, se reencontró con un grupo de viejas amigas. Allí declaró que pensaba escribir una novela. Ese mismo mes de septiembre se puso a este trabajo y para mayo había terminado el libro. Aficionada la literatura erótica de autoras como las españolas Megan MaxwellElísabet BenaventNoelia Amarillo, la vecina de Llano ha construido una historia de amistad entre tres amigos —Sam, Meg y John— en la que el sexo está muy presente y no es apto para todos los públicos. "La gente que me conoce flipa porque yo soy muy tranquila", señala Mertxe López Serrada, que ha tenido que contestar una y otra vez, siempre negativamente, a las preguntas de si se ha inspirado en su propia vida o si ha puesto en práctica todas las experiencias sexuales que recoge en el texto. "Sí hay una amiga que se parece a Meg, pero de mi vida creo que no hay nada. No me gustar hablar de mí: soy supervergonzosa", afirma.

En el libro, las escenas sexuales están muy detalladas, pero una amiga le pidió algo aún más subido de tono e incorporó un pasaje dedicado a ella. Este contenido no le resta aceptación entre sus lectores, ni siquiera entre los de edad más avanzada. Autoeditó los primeros 100 ejemplares, con ayuda de una amiga la agencia de comunicación Ateak, y los agotó enseguida, por lo que ha impreso otro centenar que también se le está terminando. El volumen se puede encontrar en la librería de Llano a 15 euros, pedirlo por la página de Facebook o leerlo en formato digital a través de Amazon o en la Casa del Libro. Una empresa de edición también le ha propuesto imprimir para distribuir en toda España la versión en papel. Además, quienes ya han completado la novela le preguntan por la continuación.

"En esta vida hay muchas desgracias y yo lo que quiero es sentirme feliz". Ese es el motivo por el que la autora apuesta por una literatura de final feliz. "Lo importante es que acabe bien", explica. Y así ocurre en '¡Te voy a comer, caramelito!', un trabajo en el que ha empleado muchas horas para documentarse, entre otros motivos porque ha decidido situar la historia en Estados Unidos. Eso le ha obligado a investigar aspectos históricos y hasta cotidianos del país norteamericano. Incluso a comprobar los vuelos y tiempos de transporte, o a estudiar sobre un determinado tipo de cáncer que, para cumplir su propósito de final feliz, no debe matar.

El hecho de que se haya tenido que documentar no implica que haya podido tener un control total sobre la historia. Empezó de una manera pero después ha evolucionado por sí misma. Incluso ha tenido que finalizar anticipadamente la trama porque se le iba más allá de las 600 páginas. Así que uno de los personajes tienen aún pendiente su propio desenlace y, por lo tanto, habrá segunda parte.

Sin embargo, la historia de este trío tendrá que esperar porque Mertxe López Serrada ya está de nuevo escribiendo y es una nueva novela, de nuevo entre lo romántico y lo erótico, que esta vez está ambientada en España, en un colegio. Aunque de niña no era una gran lectora, ahora sigue los pasos de su padre y devora todo lo que encuentra. Tal y como señala en la dedicatoria de su primera novela, también el instituto le dejó marcada y le gustaría contactar con aquel profesor de Literatura, Mariano, que con sus clases amenas, a veces en la campa, le despertó el interés por la escritura que ahora se refleja en las 600 páginas de '¡Te voy a comer, caramelito!'.