Barakaldo, 20 may 2019. El huerto urbano colectivo La Huertaka, creado hace cuatro años y medio en el barrio de Lutxana, ha vuelto a sufrir un acto vandálico. En esta ocasión, entre el domingo 19 y lunes 20 de mayo, una o varias personas han arrancado y se han llevado un ciruelo, un cerezo, un castaño y un naranjo. Además, "han dejado un peral a medio arrancar".
No es la primera vez que se registran destrozos, sustracciones y daños en este espacio, en donde se producen desde la entrada con perros como espacio para que defequen, el pisado de los bancales recién plantados o el hurto de la cosecha. Este año 2019, han sido asaltados repetidamente tres maceteros de fresales, de donde han desaparecido las plantas, además de sufrir daños las macetas.
El colectivo Eko Baraka es el promotor de esta iniciativa, con la que se busca "conocer gente nueva, reconectar con la naturaleza, aprender a producir nuestros propios alimentos y recuperar espacios abandonados".
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> 03/07/2018. La plantación comunitaria La Huertaka sufre el enésimo ataque vandálico
Comunicado
La Huertaka y los bienes comunes. Un relato
Entre la tarde del domingo 19 y la mañana del lunes 20 se han llevado cuatro árboles de La Huertaka, el huerto urbano colectivo y abierto al público de Lutxana. Un ciruelo, un cerezo, un castaño y un naranjo. La verdad, no es el primer árbol que se llevan.
Empezamos hace ya cinco años, en septiembre de 2014. Los objetivos eran múltiples: conocer gente nueva, reconectar con la naturaleza, aprender a producir nuestros propios alimentos, recuperar espacios abandonados de nuestro pueblo y compartir todo esto con cualquier vecino o vecina que pasase por allí. Es por eso por lo que lo planteamos como espacio abierto desde el primer día y le dimos toda la publicidad que pudimos. Pero claro, construir un espacio abierto tiene su parte problemática también.
No es la primera vez que hablamos de esto en prensa, por lo que a alguna lectora ya le sonará todo esto. Los jóvenes que se aburren y le pegan patadas a todo lo que encuentran, la gente con perro que le deja pisar por los bancales recién plantados y que, por supuesto, no va a recoger las cacas si no hay nadie mirando, las personas mayores que van con la bolsa del super a recoger la cosecha porque “creían” que estaba permitido o la gente que va a pasar la tarde y, si se cae algo al suelo, ya lo recogerán otros. Esto a pesar de que tienen una bolsa de basura bien visible al lado del merendero, que tiramos y reponemos casi cada semana.
Podríamos contar, por ejemplo, cómo intentamos tener tres maceteros grandes llenos de fresales en una de las entradas desde principios de año y cómo iban desapareciendo las plantas una tras otra y los maceteros cada vez aparecían más destrozados. Cómo nos acabaron por reventar uno hace unos meses y cómo nos tiraron otro al suelo hace dos semanas. Queda un macetero y cuatro fresales, ¡a ver lo que aguantan! También podríamos contar que la noche del domingo no sólo se han llevado cuatro árboles, también han dejado un peral a medio arrancar, dejándonos con la preocupación y la tristeza de si la próxima vez que vayamos a la huerta habrá desaparecido algún árbol más.
La Huertaka no se va a ninguna parte. Estamos pocos y, aunque nos hacen perder mucho tiempo arreglando destrozos y limpiando la basura de los demás (o perdiendo media mañana para escribir una nota de prensa), el proyecto esta fuerte.
Cada vez hay más gente que se ha decidido a coger una parcela al lado (queda un montón de sitio para quien quiera una, por cierto), estamos renovando el mobiliario y vamos decorando y mejorando el espacio poco a poco con vallas decorativas y, si nos dejan, árboles frutales.
Se suele decir que la gente es así, que el mundo está lleno de oportunistas y de gente que no desaprovecha la oportunidad de llevarse algo “gratis”. Y todos hemos sido un poco gamberros e inconscientes cuando éramos más jóvenes. Pero también es cierto que bastan unas pocas malas experiencias para caer en la tentación de pensar que todo el mundo mira únicamente para sí mismo y que los proyectos comunitarios tienen que tener un grado muy alto de inocencia.
La Huertaka es una prueba de lo contrario. Entre niños, niñas y adultos, cientos de barakaldeses y barakaldesas han aprendido gracias a este proyecto que en Barakaldo también se pueden plantar alimentos y que los espacios comunes de nuestro pueblo pueden llenarse de vida y de utilidad social en poco tiempo y con un poco de esfuerzo. Y, aunque nos cueste verlo en el día a día, las sociedades evolucionan también. No es inocencia querer construir un mundo más amable, más sostenible, más empático y cooperativo, es una necesidad.
Colectivo La Huertaka
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