No es muy conocida la adoración que Man Ray sentía por la danza. Fundador del dadaísmo junto con Marcel Duchamp y exponente del surrealismo, es uno de los artistas multidisciplinares más prolíficos y destacados de principios del siglo XX, cuya obra gira en torno a la libertad y el placer.
El Man Ray de Taiat Dansa se centra en la relación fetichista del fotógrafo y sus musas y, por ende, de todas las relaciones entre los artistas hombres y sus modelos femeninas que unas veces inspiran y otras son simples objetos. Relaciones dominantes, delirantes, trémulas, opresivas, dependientes, apasionadas, asfixiantes... relaciones extremas, de manipulación de la imagen y el cuerpo de la mujer y su sexualidad. Todas las identidades del artista se manifiestan de manera obsesiva reflejando una realidad dictada por los hombres. Por sus reglas, por sus aparatos. Por sus ojos fotográficos.
Cuando Breton declaraba “el arte será convulso, o no será”, ni siquiera imaginaba que de todas las convulsiones que vertebran el discurso surrealista la más convulsa sería el click de la cámara de Man Ray.
