"Si es posible, dame dos, que a mi marido le gusta pero le da vergüenza venir a pedirlo", dice una de las vecinas antes de llevarse una ración doble de chorizo. La 'txosna' de las fiestas de Llano tiene ante sí una larga cola. Se ha anunciado chorizada y morcillada. Nadie quiere faltar a la cita y disfrutar en las sillas que, a modo de terraza, se han colocado en la campa que acoge el recinto festivo. Mientras se asan de calor los cocineros, por efecto conjunto del sol intenso y de la parrilla, la Banda Municipal de Música, con Alberto García Espina al frente, interpreta canciones populares que aplauden decenas de personas. El año pasado el concierto fue la Finca Munoa, ante el palacete monumental, y el calor de aquella jornada pudo haber matado a algún músico y algún melómano, melanomas aparte. En esta ocasión, la banda se refugia a la sombra del escenario. El calor es fuerte pero al menos el sol no cae a plomo. Los más jóvenes juegan en las inmediaciones. La yincana incluye la prueba de explosionado de globos de agua por parejas. Los abrazos son intensos pero no hay cariño. Con el reventón, la recompensa es doble: prueba superada y cuerpo refrescado. "¡Está fría!", grita uno de los pequeños participantes, mientras sale corriendo como su la marcha le fuera a liberar de la humedad. Nunca llueve a gusto de todos.
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