Alrededor de 200 estudiantes de tercero y cuarto de Secundaria y primero de Bachillerato de Salesianos de Barakaldo han escuchado este 18 de noviembre el testimonio de una víctima de la violencia en Euskadi. Juan Manuel García Cordero, delegado de la Telefónica en Gipuzkoa, casado y con siete hijos, moría el 23 de octubre de 1980 en Donostia-San Sebastián a manos de varios integrantes de la escisión de ETA llamada Comandos Autónomos Anticapitalistas. Su hijo Iñaki ha relatado ante los escolares lo sucedido aquellos días, el "odio" que se adueñó de él, cómo pudo recuperar su vida sin olvidar el crimen, y su actual reclamación de "verdad, justicia y memoria", además de un ejercicio de reflexión y autocrítica sobre lo que la sociedad "ha permitido que ocurriera". El encuentro, en el que los jóvenes han preguntado cómo se puede superar un episodio de este tipo, ha vivido un momento emocionante cuando una de las alumnas, hija de una concejala, ha explicado cómo han sufrido las pintadas que pedían el asesinato de su madre. La adolescente no ha podido contener las lágrimas al recibir el abrazo de un Iñaki García Arrizabalaga "un poco pesimista porque no se mueve" el proceso, que quiere la disolución de ETA y que se pregunta "para qué ha servido" este tiempo de violencia.
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"Éramos una familia normal. Vivíamos lo felices y contentos que podía vivir una familia de la época. Nunca habíamos sido amenazados y mi padre nunca llevaba escolta". Iñaki García Arrizabalaga tenía 18 años y estudiaba segundo de Económicas. Era el cuarto de siete hermanos. Acostumbraba, ha explicado, a acudir a clase en bicicleta. "Llovía muchísimo" ese 23 de octubre. A primera hora tenía clase de Derecho Laboral. "¿Te llevo en coche a la universidad?", le dijo su padre. "No, aita, la bici para los días de buen tiempo y de mal tiempo". Esas fueron las últimas palabras que cruzaron padre e hijo.
Horas después era su hermano mayor el que le sacaba de clase. Su padre no había llegado al trabajo. La familia se movilizaba para intentar localizarlo. En casa, una llamada advirtió "el cadáver está en el monte Ulía". La familia no dio crédito a lo que parecía una broma macabra. La segunda llamada ya era de la policía. Les confirmaban la información del anterior comunicante y les instaban a que acudieran al lugar a identificar el cuerpo. Estaba a un kilómetro de su domicilio, en el barrio de Gros. En un descampado, un cadáver con las manos encadenadas y la cabeza con una capucha. García Arrizabalaga y su madre levantaron la tela que cubría la cara y descubrieron muerto a su padre y esposo, con dos disparos en la cabeza. 35 años después todavía no entiende cómo pudo obtener la fotografía para publicarla 'Diario Vasco'.
El ahora profesor universitario ha explicado a los estudiantes de Salesianos que a partir de ese momento pasó días en que no sabe cómo hacía las cosas. Cuando la familia, pasado el funeral, se quedó sola, la madre planteó la posibilidad de marcharse de Euskadi y los hijos decidieron quedarse, que no había motivos para avergonzarse y que sus relaciones estaban ahí.
"Fue terriblemente duro sobrevivir, hasta pasamos problemas económicos" |
"En verano, tras el curso, empecé a pensar. Han asesinado a mi padre. Esto no puede quedar así. Empecé a entrar en una espiral que al principio celebraba la muerte los miembros de ETA. Es una espiral en la que entrar sin darte cuenta. Arancaba carteles. Empezó a contaminar mis relaciones sociales. Al conocer a alguien, lo primero que preguntaba era qué opinaba y si pensaba de una manera, ya no existía. Me alegraba del daño ajeno. No eres consciente del odio. El que no estaba absolutamente conmigo estaba contra mí. Así estuve unos años cada vez en una espiral más profunda".
La decisión de su madre de enviarle a Londres para participar en el programa de intercambio universitario Erasmus, en 1985, le permitió recuperar su vida. "Esta gente no sólo ha asesinado a mi padre sino que me está arruinando mi vida. No les voy a conceder esta victoria. Asesinaron a mi padre pero no me van a destrozar la vida", ha recordado.
Así, al regresar a Donostia-San Sebastián se incorporó a lo se convertiría en la Coodinadora Gesto por la Paz de Euskadi Herria, "a trabajar por la reconciliación". En 1991 se celebraba en el Ayuntamiento una mesa redonda con víctimas así como familiares de miembros de ETA."Hicimos un llamamiento conjunto por la reconciliación de la sociedad vasca. Desde hace 25 años hay gente que trabaja por la reconciliación de la sociedad vasca".
García Arrizabalaga fue además la primera víctima que se encontró con un integrante de ETA arrepentido. En una pequeña sala, frente a frente, en Vitoria-Gasteiz, impulsado por la directora de Atención a las Víctimas del Terrorismo, Maixabel Lasa, viuda del asesinado dirigente socialista y gobernador civil de Gipuzkoa Juan María Jáuregi. "Fue una de la cosas que más me ha impacto en la vida porque por primera vez tenía la oportunidad, sin intermediarios, de preguntar el porqué. él explicó con todo lujo de detalles. Al final me pidió perdón y me impactó profundísimamente. 31 años después del asesinato de mi padre. Por supuesto que acepté el perdón porque era una autocrítica sincera". Todavía se encuentran, cada dos meses, para saber cómo está. "Esa es una gran victoria, recuperar para la vida en sociedad a una persona".
"Tengo que aprender a vivir con esto, pero no me pidan borrón y cuenta nueva. No nos pidan olvidar" |
Asegura que no siente rencor y alerta contra el odio. "Las víctimas de ETA somos conscientes de que somos una arista de lo que pasó. Todos hemos vivido en la misma tierra pero con demasiada frecuencia hemos llorado a nuestros propios muertos sin ver que muy cerca había también sufrimiento y otras formas de violencia. Si perdemos la capacidad de empatía con el sufrimiento ajeno, ¿a dónde vamos a llegar?".
"Tengo derecho a la verdad, la justicia y la memoria, como víctima, pero no tengo un plus de legitimidad para dictar cómo ser la política penitenciaria o antiterrorista. Yo reclamo que haya un juicio justo. Que el asesino sea detenido y sometido a un juicio justo. Después podrá acogerse a las medidas que le correspondan. Es elemental que la familia quiera saber qué pasó con su familiar. Es un derecho. Queremos saber qué paso con nuestros familiares. El derecho a la justicia es elemental, porque lo contrario es impunidad. Y queremos derecho a la memoria, queremos que siga viva la memoria de mi padre. En eso estamos empeñados en este momento, en no olvidar. No puedo olvidar todo lo pasado ni la memoria de mi padre. Tengo que aprender a convivir con eso, pero no me pidan borrón y cuenta nueva. Estoy dispuesto a perdonar si veo reconocimiento del daño. No nos pidan olvidar. Es cerrar las heridas en falso".