por María José Cantalapiedra
Barakaldo Digital publicó el 20 de junio
una noticia en la que recogía que “los responsables municipales anuncian el concierto de Georgie Dann asegurando que presentará un ‘séquito de bailarinas que quitará el hipo a más de uno”. Este tipo de referencias forman parte de lo que
Pierre Bourdieu definió como violencia simbólica, “una violencia amortiguada, insensible e invisible para sus propias víctimas, que se ejerce a través de los caminos puramente simbólicos de la comunicación y del conocimiento o, más exactamente, del desconocimiento, del reconocimiento o, en último término, del sentimiento”. Efectivamente, describir el séquito de bailarinas que acompañarán a Georgie Dann como “mujeres que quitan el hipo” es un acto de violencia hacia las mujeres que pasa desapercibido porque se despliega a través del camino del desconocimiento en muchos casos y del reconocimiento en otros.
Es decir, las mujeres no identificamos como violencia apelativos de este tipo y, en muchos casos, nos sentimos reconocidas cuando los recibimos. Y sin embargo, que se nos defina constantemente a través de nuestra apariencia limita completamente la construcción de nuestra identidad. Los hombres eligen entre un amplio espectro de modelos masculinos.
Las series de televisión, el cine, la literatura, la historia y los titulares de los periódicos muestran una multiplicidad de hombres para que los niños y adolescentes escojan. El intelectual de cuello alto, el poderoso de corbata, el friki tecnológico, el guerrero valiente o el artista incomprendido se forjan con independencia de su aspecto físico y su éxito en el mundo no depende, en absoluto, de que sus cabellos sean sedosos.
La identidad masculina es infinita y la identidad femenina es binaria: quitas el hipo o no quitas el hipo. En todo caso, los esfuerzos deben ir dirigidos a quitar el hipo, porque eso es, fundamentalmente, lo que te convierte en una mujer de éxito. Y quitar el hipo o no quitarlo tiene que ver con la reproducción. Por ello, los modelos de mujer que predominan en los productos culturales con que alimentamos nuestro cerebro son madres con moño o lascivas con el pelo revuelto.
Sí, la sexualidad es un elemento imprescindible e inevitable en la construcción de la identidad, tanto masculina como femenina. La cuestión es qué peso tiene este elemento, la cuestión es que la mujer productiva quede sepultada frente a la mujer reproductiva. Sartre (hoy he elegido a la mujer pedante) dijo: elige, inventa. Yo añadiría mujer: elige, inventa.