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Opinión | El pueblo


por María José Cantalapiedra

Eres de Barakaldo si el pueblo es un concepto que forma parte de tu vida. Porque la gente de tu entorno va al pueblo, o recuerda el pueblo, o habla del pueblo. Este concepto tiene una dimensión geográfica, es un lugar real que se encuentra en Galicia, en alguna de las dos Castillas, tal vez en Andalucía, en Extremadura, o en alguna otra comunidad autónoma. Sobre esa dimensión geográfica, referencial, se superponen otras. A veces una dimensión nostálgica, el recuerdo repetido en reuniones familiares o sociales de la dicha imborrable vivida en ese pueblo, una dicha que no viajó con quienes se marcharon, se quedó allí, estática.

La dimensión nostálgica se puede construir también por transferencia, y la sienten personas que no vivieron en el pueblo pero escucharon el recuerdo de quienes sí lo hicieron. Y hay una retahíla de bondades irresistibles en el relato de una existencia apacible, en un entorno bucólico, en una sociedad cálida, solidaria y austera. “Dejamos las puertas de las casas abiertas y todo el mundo se ayuda”.

Otras veces sobre la dimensión geográfica se superpone una de negación, porque el pueblo se siente como un obstáculo que impide el arraigo. La negación se manifiesta de diversas formas. Una de ellas es el silencio. Se evitan las referencias a ese lugar en el que se vivió, o del que proceden los mayores, como si nunca hubiera existido. Otra opción es buscar un origen anterior que se considere más compatible con el arraigo. “Sí, tenemos una vinculación familiar con el pueblo, pero en realidad a dicho pueblo llegaron desde la Toscana, desde la Provenza, desde la Galia, desde Laponia o Mongolia.

Nuestros orígenes son europeos. Indoeuropeos. Celtas. Lo que sea”. Y una tercera posibilidad es vaciar el pueblo de cualquier tipo de cualidad benigna y presentarlo como un lugar donde sus habitantes se regocijan en crueles tradiciones y costumbres embrutecedoras, empecinados en dar la espalda al progreso y a la civilización. Frente a esta glaciación se aprecia Barakaldo y sus contornos como una Alejandría cualquiera, el centro cultural del mundo.

El concepto pueblo cuenta con más dimensiones: la infantil, porque el pueblo cuando eres niño es un lugar fantástico; la adulta, cuando lo escoges para pasar las vacaciones por lo que te ofrece, o cuando te escoge para pasar las vacaciones por lo que ahorras; y la dimensión jubilable, la última, con cultivo de huerta y crianza de pollos. Tener o no tener pueblo, esa es la cuestión.