Voluntarios y responsables del comedor social de Cáritas
Por Koldo Llorente
• La mayoría de los usuarios son personas autóctonas de Barakaldo o de la comarca • El rastrillo infantil solidario celebrado este fin de semana destinará su recaudación al comedor social •
“Para mí el comedor ha supuesto que no me suicide. Me han ayudado en todo tipo de cosas. Me ayudaron a comprar los libros para estudiar, a solicitar la RGI (Renta de Garantía de Ingresos) y sé que voy a comer una vez al día”. José, nombre ficticio de un usuario, tiene 27 años y expresa así la ayuda que le proporciona el Comedor Social de San Vicente de Cáritas Barakaldo. Este comedor recibe a 60 personas al día durante los 365 días del año y en 2013 se han atendido 212 personas, 57 de las cuales no tienen hogar, según han informado a Barakaldodigital la responsable del comedor, Itziar Navares, y el responsable de Comunicación de Cáritas, Carmelo Corada. “Muchos de los que vienen tienen que cargar con una roca muy pesada, que es la soledad, y sólo se relacionan el rato que pasan en el comedor”.
Nació en 2009 como el Comedor Económico de Barakaldo. Surgió por la preocupación de la comunidad cristiana de Barakaldo y de Cáritas de dar respuesta a diferentes familias que, a causa de la crisis, no podían cubrir sus necesidades básicas. Se buscaba atender dos perfiles diferentes: por un lado se daba de comer a personas mayores de edad de lunes a viernes; por otro lado, se entregaban táperes con comida a las familias con menores. “Hicimos una reflexión y nos dimos cuenta de que no era una buena solución. La comida de los táperes podía ponerse mala o desaparecer de donde la escondían”, explican los responsables.
En octubre de 2011 pasó a llamarse Comedor Social de Cáritas Barakaldo y en enero de 2013 comenzó a abrirse todos los días del año. Las familias que recibían táperes pasaron a utilizar los cheques Eroski. “Es un proyecto que acordamos con Eroski y Caja Laboral para intentar dar a las personas capacidad de decisión. Se les proporciona un vale con dinero y pueden comprar en Eroski, dentro de lo que es la alimentación y la higiene básica, lo que les parezca oportuno. Estuvimos negociando con varias cadenas de distribución de Bizkaia pero al final el acuerdo solo se hizo con Eroski", han destacado los responsables del comedor.
Perfil de usuario
Los usuarios del Comedor Social han tenido que ser derivados previamente por las trabajadoras sociales del Ayuntamiento, por la asociación Goiztiri o por el personal de Cáritas. Sólo va a comer gente adulta, que vive sola o en pareja, sin ingresos o que perciben la RGI. Las personas que cobran 426 euros o más hacen una aportación simbólica de un euro diario. “A veces pensamos que lo que no nos cobran no tiene un precio, pero lo tiene, por eso se hace esta aportación”, afirma Navares.
Aproximadamente el 60 % de las personas atendidas son autóctonas de Barakaldo, de la Margen Izquierda y de la Zona Minera, de entre 20 y 63 años. La media de edad está en los 41, seis más que los 35 del año pasado, cuando iba más gente norteafricana, subsahariana y del Magreb. La responsable añade que “esas personas durante este año han transmitido que siguen la ruta en busca de mejores condiciones. Muchas de ellas han retornado a su país de origen. Por eso la mayoría de gente que viene durante este año es autóctona de Barakaldo, Margen Izquierda y Zona Minera”.
Para muchas de estas personas la crisis comenzó antes que para otras la famosa crisis mundial. Algunos van a comer porque la crisis ha empeorado su situación de exclusión social, pero la pobreza ya existía antes y ha ido aumentando estos últimos años. Según ha señalado Corada, antes de la crisis, en 2007, Cáritas atendía a nueve mil personas al año y actualmente son trece mil.
Cada persona puede ir a comer durante el tiempo que lo necesite. Algunas empezaron cuando surgió el comedor en 2009 y siguen yendo actualmente. Pero su situación no mejora, ya que en estos últimos cuatro años no han conseguido emplearse de forma estable. “La gente cada vez tarda más en salir del sistema de recursos de Cáritas. Pierden el empleo y cuatro años después no lo han recuperado, y eso crea una muy baja autoestima, dificultades mentales, poca esperanza y una difícil recuperación”, destacan.
La soledad
El primer día de una persona que va al comedor social es el más duro. Algo nuevo a lo que no se está acostumbrado. La comida se cocina en Lapiko Catering y llega al comedor preparada, solo hay que calentarla. A la una del mediodía ya se puede comer. Se sientan y es el mejor momento del día para muchos. Dos personas sirven y una pasa lista. Cuando se marchan y han dejado su estómago satisfecho, algunos ya están deseando volver. Trotan por la vida con una mochila muy pesada, y por un momento, pueden apoyarla y comerse un plato de comida caliente.
Se hace algo más que dar de comer, se les habla, se les trata con una sonrisa y se les da la oportunidad de relacionarse, ya que muchas de esas personas han perdido a la familia o las amistades o la pareja. Tienen que cargar con la soledad, la piedra más pesada de todas: “Algunas veces los usuarios no vienen de lo más contentos, y si no se les trata bien se les está llenando la mochilas de más piedras. Detrás de una mala contestación hay una mala situación. Vivir en la calle no es fácil, ni que te quiten la ayuda”. Por eso, algunos vienen a la una y no se marchan hasta las dos y media porque se sienten a gusto.
Se hace algo más que dar de comer, hay encuentros y la gente se relaciona. “Además, traemos al comedor lo que vivimos en la sociedad. Celebramos carnaval o Santo Tomás. Reflejamos en el comedor lo que también se celebra fuera”, explica Itziar Navares. Añade que recientemente han hecho una exposición de fotos con una votación a la mejor. “Les permites participar y les demuestras que importa lo que piensan. En San Juan hicimos un fuego y la gente echaba papeles con sus deseos”.
Las próximas fiestas navideñas son fechas duras para algunos de los usuarios. “Parece que en Navidad siempre tenemos que estar con la familia y a muchos de ellos sólo les sobra soledad. Por eso no ponemos adornos navideños.” Pero sí se prepara una comida especial, como langostinos, turrón o cordero.
El Voluntariado
El comedor puede hacer su labor gracias a voluntarios que deciden ayudar. La financiación llega a través de Cáritas y de organizaciones privadas. Aparte del sustento económico está el humano. El pan lo dona la panadería Landaburu, y los socios hacen donaciones periódicamente. El comedor cuenta con 28 voluntarios que reparten la comida bien coordinados. Esther Iglesias y Mari Paz Martínez son dos voluntarias que han explicado a Barakaldodigital cómo es la labor que realizan, en la que procurar un entorno limpio es importante. “Si se cae un cubierto se lava y se usa otro. La higiene es fundamental. Entramos con bata y gorro y guantes, nadie puede entrar en la cocina si no estamos así. Tenemos dos cocineros que calientan la comida, preparan la mesa y guardan y limpian la vajilla”.
Esther Iglesias explica que ya era voluntaria en Cáritas antes, y que cuando supo del comedor llamó porque quería participar. “Un día me llamaron, vine, y me volví feliz. Creo que todo el mundo debería ser voluntario una vez por lo menos. Esto me ha enseñado a no juzgar a la ligera, valores y principios, y el amor y cariño que me llevo”, ha destacado.
Mari Paz Martínez se expresa en términos parecidos. “Necesitaba estar con gente porque tenía no una mochila de desgracias, sino personales mías que me estaban atosigando, y necesitaba estar con gente para quitarme este peso, y aquí lo he conseguido. Vengo los miércoles y soy feliz. A mi marido y a mis hijos se lo digo, que no me esperen para comer, que vengo aquí. A algunas personas les das de comer y antes de irse vienen a darte las gracias. Aquí se ve la realidad y se aprende mucho”, ha resaltado.
Las voluntarias han destacado también la importancia de la privacidad. Cáritas tiene una ley de protección de datos. Los voluntarios son todos de Barakaldo y en ocasiones conocen o se encuentran en la calle con algunos usuarios que comen en el comedor. “Es tan importante eso como la forma de coger el cazo. Tenemos que garantizar que esto es un espacio privado. De aquí no sale nada, por respeto a las personas”.
Historias de vida
Carlos va a cumplir 50 años y José tiene 27. Son nombres ficticios de dos de los usuarios que llevan tiempo acudiendo al Comedor Social. Carlos, tras trabajar en un taller y cotizar a la Seguridad Social durante 28 años, tuvo que dejarlo por problemas personales. Se vio dos años sin ingresos y viviendo en un trastero, con una cama y un armario. Ahora cobra una pensión, vive en una habitación de alquiler con derecho a utilizar el resto del piso y su situación ha mejorado notablemente.
Explica que ha estado durante dos años “sin un duro”. Acude al comedor social desde que se abrió: “Vengo contento y soy buen comedor. Algunos dicen que algo no les gusta y no lo quieren comer, yo como de todo. La base del día se hace, ya he estado con el estómago vacío y no se lo deseo a nadie. Y gracias a dios no me he visto en la calle viviendo”.
La historia de José es distinta. Sus padres se marcharon a vivir fuera y él se quedó aquí. Tuvo que buscarse la vida. Consiguió una habitación de alquiler y trabajó en una fontanería. Ahora se ve sin trabajo y lleva siete meses sin pagar el alquiler. “Trabajaba en una fontanería y llevo ya dos años sin trabajar, he echado currículum pero no tengo estudios. Te piden tantas cosas que alguna gente tira la toalla”, explica. En el comedor le han ayudado a seguir adelante y a estar tranquilo: “Gracias a ellos como una vez al día. Cenar, no ceno. Cada día cuando salgo de aquí solo quiero que llegue el día siguiente para volver y comer”.