Por Alfonso Cantera. Educador de calle
Suele ocurrir en la política barata que nos toca padecer, que determinadas palabras se ponen de moda, como si de una mesa desmontable de IKEA se tratara y los políticos y políticas profesionales se las llevan a la boca una y otra vez para no ser menos que las demás. Ocurre con palabras como desarrollo sostenible, democracia, igualdad… Y, como no, ocurre también con la palabra participación. Se coge la palabra y se usa una y otra vez más, sin sentido. Sin descanso. Así ocurre que la palabra en cuestión, poco a poco, va perdiendo todo su contenido hasta llegar a convertirse en una palabra absolutamente hueca.
Quiero centrarme en la palabra participación muy de moda en los programas y discursos políticos, también aquí, en Barakaldo. Resulta ciertamente asombroso oír al recientemente elegido Alcalde de Barakaldo hablar sobre participación ciudadana a lo largo y ancho de sus discursos. Está visto que la "participación ciudadana" vende ¿Para qué iban sino a hablar tanto sobre ella? Pero, cuando hablamos de participación ¿Nos estamos refiriendo a lo mismo?
La participación social con mayúsculas implica procesos comunitarios de empoderamiento, porque no nacemos sabiendo participar y requiere también de canales de participación, porque muchos representantes políticos se aferran a su cota de poder y difícilmente permiten que otras personas puedan tomar parte en las decisiones importantes. La participación social en la gestión del ayuntamiento no sería posible sin contar con ingredientes básicos como: la democratización de la información o el acceso a los espacios de decisión,... Esto es algo para lo que el equipo de gobierno actual está más que verde, como ha venido demostrando en su práctica habitual. Me estoy refiriendo entre otras cuestiones a la reducción de plazos para poder realizar alegaciones a diferentes propuestas, a la celebración de plenos en horario de mañana, a tomar decisiones por decreto, a la limitación para tomar la palabra en dichos plenos por parte de la ciudadanía, a la incapacidad de cualquier persona para participar en comisiones informativas, a la paralización de los tan promocionados "Consejos de participación" cuya normativa fue establecida en 2002 y aún no se ha celebrado un solo consejo, al secretismo del equipo de gobierno en relación a "información sensible" para su gestión,... la lista podría alargarse todo cuanto queramos.
Todo en la participación social es positivo, salvo en los casos en los que queramos salvaguardar intereses ocultos que puedan estar en peligro cuando las decisiones se democratizan. Por apuntar algunas ventajas podríamos decir que la participación social en la gestión municipal genera red comunitaria entre todas las personas y colectivos que participan, genera sentido de pertenencia a un proyecto en común, obliga a ponerse de acuerdo entre diferentes, genera ciudadanía capacitada echando por el suelo la falsa creencia de que solamente “cuatro listos” pueden acceder a puestos de decisión. La participación social también trae consigo responsabilización con lo colectivo y permite implicar en la gestión municipal incluso a las personas a las que la ley racista no reconoce el derecho al voto. Puede que los procesos participativos requieran de mayor esfuerzo pero siempre será más positivo y enriquecedor que las decisiones se tomen en órganos abiertos a la ciudadanía a que se haga en base al mercadeo oculto entre grupos políticos.
Por tanto abrir las puertas del ayuntamiento a la participación social es una decisión estratégica de calado, una decisión democráticamente saludable y transformadora en si misma. Para nada compatible con actitudes caciquiles y oscurantistas. Recientemente el concejal de Cultura Carlos Fernández insistía una vez más en que las fiestas de Barakaldo son "las segundas de Bizkaia" y "las más participativas" apoyándose en que en la comisión confluyen una buena cantidad de asociaciones sociales. Carlos es libre de repetir esta cantinela tantas veces como quiera, porque nada es tan terco como la propia realidad. En cualquier caso, habría que recordarle que hace dos semanas eran varios representantes de las comisiones de txoznas y cultura los que comparecían ante los medios con el fin de evidenciar que a los colectivos participantes en la comisión de fiestas "nos disgusta el papel secundario que nos toca". Parece por lo tanto que pese a que el ayuntamiento "utiliza" la gran cantidad de agentes sociales participantes en la comisión para calificar las fiestas como participativas, la realidad es muy diferente. Cantidad no siempre conlleva calidad.
Los "techos de cristal" a la hora de tomar decisiones, la imposibilidad de replantear temas “atados” de antemano al margen de la comisión, la falta de respeto hacia el trabajo realizado por los grupos... dejan en evidencia el modelo de participación que maneja este equipo de gobierno. Modelo que podríamos que podríamos bautizar como "ciudadanía florero".
La decisión pues es muy sencilla: Participación social ¿si o no? Pero participación social con mayúsculas y sin engaños. Las experiencias de gestión municipal desarrolladas en otras muchas localidades atestiguan que si se quiere se puede.