Barakaldo, 12 may 2020. Artículo. “La planificación e implementación de la intervención social se verá afectada por factores externos sobre los que la capacidad de actuación de la acción social será escasa y que requerirán de una actuación integral y coordinada, no solamente municipal”. Esta es una de las reflexiones que arroja el informe sobre el mapa de necesidades sociales de Barakaldo, redactado por Agintzari para el periodo 2018-2020, algo que parece tan de Perogrullo, pero que a la vez suponía un reto enorme para la administración. Un reto tan grande que, o bien no se ha sabido, o bien no se ha querido abordar.
Lo cierto es que estamos en pleno 2020, ante una situación de emergencia sanitaria inimaginable hace pocos meses, que amenaza con desencadenar una crisis socioeconómica brutal, y el equipo de gobierno de Barakaldo ha vuelto a rechazar la creación de un espacio donde analizar la realidad social y las necesidades de la población junto a la comunidad.
Hoy es el día del del tercer Sector Social de Euskadi, un día para reconocer públicamente la labor de las más de 3.900 entidades, 38.000 profesionales y 180.000 personas voluntarias que trabajan sin ánimo de lucro y generando esa malla para que no caiga nadie al vacío. Podríamos decir que, en su génesis, el Tercer Sector nace de los movimientos sociales y vecinales, que se organizan para tapar los huecos que un apolillado estado del bienestar iba dejando entre ver.
Sin embargo, en los últimos tiempos, la administración, lejos de promover la cooperación y participación de estas entidades en el diseño de las políticas públicas, han ido asignando a estas los encargos que ellos no querían, o no se atrevían a abordar. Nuestro Ayuntamiento es un ejemplo de ello, pues lejos de diseñar un plan integral contra la exclusión, como reclamábamos no sólo nosotras, sino otros muchos agentes, decide dividir aún más las políticas sociales de la institución por mero criterio partidista. Por no hablar del ya mencionado reparto de encargos, previa foto para la prensa, que de manera improvisada viene realizando el equipo de gobierno con Amaia Del Campo a la cabeza.
Uno no tiene más que repasar el apartado de subvenciones nominativas para darse cuenta de la larga lista de encargos ad hoc creados por la institución a distintas entidades del Tercer Sector. Algo que tendría sentido de existir una estrategia definida, participada y plasmada en un plan estratégico.
No obstante, la realidad es tozuda, y responde a la improvisación política, a la necesidad de echar mano de nuestro tejido comunitario para ir tapando las fugas en el casco de una institución que en materia social va a la deriva, golpeando el casco contra las rocas fruto de la falta de un rumbo definido.
Se van creando programas a medida que surgen los problemas, como si fuesen champiñones que no tienen relación entre sí. Hasta el punto de que las dos áreas encargadas compiten por los fondos públicos; hasta el punto de adjudicar varias veces al año programas que se antojan estructurales.
Además, desde algunos ámbitos siempre se ha hablado de la colaboración público-privada como el marco ideal de trabajo para las instituciones públicas. Esto sería cierto si desde esas colaboraciones hubiera visos de querer trabajar con lo social, sin olvidar que suelen ser los mejores paradigmas de trabajo comunitario. Algo de lo que adolece este ayuntamiento desde hace varias legislaturas.
Es cierto que esta emergencia sanitaria nos ha pillado a todas por sorpresa, que nadie se imaginaba tener que afrontar una situación así. Pero por eso ahora se torna más que necesario contar con los agentes comunitarios, con el Tercer Sector y el resto de sensibilidades políticas, para crear una estrategia conjunta. Para participar.
Un plan integral contra la exclusión social necesita del diagnóstico y diseño de quienes día a día combaten las desigualdades y conocen las demandas de una parte de la población cada vez mayor. Y necesita de sumar todas las fuerzas y recursos disponibles tanto por la administración como por el tejido comunitario. Porque si la estrategia sigue siendo esperar a la próxima fuga en el casco, puede que para mucha gente suponga actuar tarde y acabar hundiéndose en los fondos de la exclusión.
Mariví Freire, Ramón Sánchez y Eder Álvarez
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