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Opinión | ¿El protector de nuestros mayores?

El presidente del patronato de la Fundación Miranda, Jokin Perea

por la Plataforma de Familiares de Residentes de la Fundación Miranda-Babestu

El día 2 de enero, con motivo del aniversario del benefactor de la Fundación Miranda (FM), el sacerdote Jokin Perea, presidente del patronato que rige la entidad, oficiará una misa por el alma del fundador. El del acontecimiento será un día señalado en la residencia donde se alojan nuestros mayores y sin duda acudirán al evento personas ilustres, se prodigarán antes y después sonrisas y parabienes entre los asistentes e, indudablemente, Jokin Perea será el centro de las miradas y tal vez se verá elogiado por su porte aristocrático, su facilidad de verbo y la calidad de su exposición. Sin embargo, el acto social encubrirá con su brillantez muchos puntos oscuros de los que los prebostes de la FM preferirán no hablar.
El sacerdote, a pesar de los halagos y el reconocimiento social, sabe que su figura como presidente del patronato es muy cuestionada entre los beneficiarios del fundador Antonio Miranda: es decir, entre los residentes atendidos por la fundación y sus familiares.

Estos, a buen seguro, no olvidarán que su voto ha sido decisivo en la escandalosa subida de tarifas que ha castigado a las familias en 2017. Como consecuencia, más de una docena de ancianos ha abandonado la institución que antes era su hogar, ahora convertida en la segunda residencia más cara de Bizkaia, según reconocen miembros del equipo gestor.

Los afectados también tendrán muy presente que quien preside el ente, quien debiera velar por una adecuada gestión, se ha manifestado sistemáticamente contrario a todo tipo de diálogo con los familiares de los residentes y que su apoyo sin fisuras a quienes dominan la actual orientación economicista de la institución ha llevado a convertir el concepto “sin ánimo de lucro” (que define a la entidad) en una “post-verdad”; es decir, en una mentira en lenguaje llano.

No olvidan familiares y residentes la carta firmada por 15 mayores que fue remitida al religioso a primeros de septiembre de 2017 y en la que se le reprocha el apoyo que da a quienes han contribuido al deterioro de la atención en la residencia. En la misiva se le pide, apelando a la caridad cristiana, que cambie su actitud o que dimita de su cargo. Sin una pregunta y de un plumazo, el sacerdote desautorizó la misiva considerándola “incalificable”, a la par que definía a sus firmantes como personas “con facultades cognitivas mermadas”. Algo ocurre en la FM cuando la autoridad concedida se convierte en una coraza en la que resbala con tanta facilidad la opinión ajena que contradice el propio interés.

Ésta es la semblanza de un hombre de Dios, éste es el talante de la persona de la que en buena medida depende el bienestar de los más vulnerables, de quien no se sabe haya visitado a ningún anciano a pesar de su cargo y que sin embargo acude a todas las celebraciones que con profusión se llevan a cabo en una institución cuyo cometido no es brillar sino cuidar.