En 2016 se cumplen 20 años del nacimiento de una asociación que hoy es una referencia en Barakaldo y en Bizkaia: el Centro Asesor de la Mujer Argitan. Karmele Ozaita está desde los comienzos en esta plataforma, que representa al “feminismo por la igualdad”, con “poso obrero”, que caracteriza al movimiento de mujeres en el municipio. Tras tener que hacer frente a la desprotección por parte de las instituciones públicas y a la difamación por parte de algunos sectores, el feminismo en Barakaldo tiene ahora sus grandes retos en la situación económica, que impide o limita el avance de la mujer; y en el trabajo para la corresponsabilidad en las labores del hogar y con la familia. Porque, según advierte Ozaita, la económica es tan violencia como los maltratos físicos y psicológicos que las barakaldesas no están dispuestas a tolerar
En la juventud no nos damos cuenta, pero con unos ciertos años entendemos lo necesaria que es la lucha feminista”. Lo dice Karmele Ozaita (Barakaldo, 1958), posiblemente el rostro más reconocible del trabajo desde y para las mujeres realizado desde la década de los noventa.
Esta licenciada en Historia, euskaldunizada de adulta en un internado y profesora en una ikastola, inició su militancia en el feminismo en la asociación Ilargia. El colectivo lo integraban las mujeres obreras que habían luchado contra el franquismo y a las que se sumaba, en los ochenta, una nueva generación de jóvenes estudiantes. Ilargia era un “grupo autónomo”, destaca Ozaita.
“Estos grupos autónomos trabajaban el feminismo de la igualdad, que era más de izquierdas y de clase porque nace de la ilustración y la Revolución Francesa, cuando las mujeres pretendieron ser ciudadanas de primera”.
No había dependencia de organizaciones políticas ni sindicales, pero sí formaba parte del entonces vivo movimiento asociativo barakaldés y estaba entroncado en el movimiento feminista vasco. De aquella organización surgiría lo que todavía hoy sigue siendo la referencia en Barakaldo del movimiento de mujeres: Argitan.
El nacimiento de esta asociación tiene su motivación en las carencias de la época. El Ayuntamiento, con financiación foral, puso en marcha en 1986 un servicio de información para la vecinas, con asesoramiento legal, entre otros aspectos. Fue un éxito, pero en tres años, con el argumento económico, el consistorio, gobernado por el Partido Socialista, echó el cierre a esta oficina que había atendido a 3.111 mujeres en 36 meses.
Los compromisos de reapertura no se cumplieron y en septiembre de 1991, como respuesta al vacío institucional, nacía la Coordinadora de Mujeres de Barakaldo, con participación de Ilargia, Goizalde —de Burtzeña—, Egizan, mujeres del barrio de Zuazo y las secciones de mujer de Izquierda Unida y de Herri Batasuna. Esta plataforma daría lugar, un 8 de marzo cinco años después, al Centro Asesor de la Mujer Argitan, hoy una asociación con entidad propia y el mismo principio de independencia de Ilargia, que “sigue siendo un feminismo por la igualdad”.
“Argitan es el foco del feminismo en Barakaldo porque, pese a los años, sigue siendo muy plural, como empezó; seguimos intentando mantener esa autonomía, sin ninguna atadura con ninguna ningún partido o sindicato. Somos tan independientes que nos sentimos de muchos colores”.
Izquierdas. Karmele Ozaita destaca, sin embargo, que esta autonomía, no implica una ausencia de ideología política. “Es inevitable: el feminismo no puede dejar de ser de izquierdas, porque entre los derechos de las mujeres se encuentran los económicos y laborales: la igualdad. La violencia de género no cae del cielo, es una consecuencia de las desigualdades y discriminaciones que vivimos las mujeres en esta sociedad patriarcal. Eso no lo admite ningún grupo de derechas o patriarcal, que pretenden conservar el actual modelo”.
De hecho, el feminismo ha tenido épocas complicadas. “Al principio era el resurgir de las libertades y derechos, pero hubo un tiempo en que la palabra feminista fue denostada. El mundo conservador empezó a ver que ocupábamos espacios y empezó a hacer sátira del feminismo, que se presentaba como un obstáculo para la igualdad en tranquilidad”.
Brujas. “Feas y con verrugas, feministas brujas”, es la imagen que se ha transmitido, desde algunos sectores, respecto a quienes trabajan por la igualdad para las mujeres.
“Ahora hay un cambio generacional, con muchas mujeres jóvenes que están dignificando social y políticamente la palabra feminista. Jóvenes, que vienen de espacios profesionales y universitarios, que asumen el feminismo”.
A ello han ayudado también los nuevos estudios universitario en disciplinas sociales, así como los servicios públicos en el ámbito trabajo social. “En muchos casos ya no es militancia sino profesionalización en igualdad y contra la violencia de género”.
En cualquier caso, admite Ozaita que el movimiento se ha ido “abriendo” a grupos que no se veían reflejados en el feminismo “más radical”, como lo calificaban los sectores conservadores. De este modo se incorporan organizaciones que se identifican como colectivos de mujeres y que, paradójicamente, luchan contra la desigualdad y la violencia machista, que son las ideas del feminismo.
Pero el balance positivo tiene también obstáculos. “Sí”, confirma Karmele Ozaita, hay adolescentes que desdeñan la lucha feminista, que dan por hecho que se hay igualdad y que ya están conseguidos los derechos. “Incluso en el mundo laboral los derechos conseguidos se pierden si no sigues luchando por ellos, como las 35 horas semanales o la jubilación a los 65 años”, recuerda esta militante de Argitan. “Las nuevas generaciones piensan que los derechos están ahí desde siempre y no es verdad. Mujeres y varones somos legalmente iguales según la Constitución, que también reconoce el derecho a la vivienda y empleo dignos. Como no lo peleemos, podemos perder lo ganado”, alerta.
Aguantar. La percepción de que ya no hay nada más que hacer parece ser una cuestión de edad. “La realidad te pone en tu sitio” cuando las mujeres, tras terminar sus estudios, se enfrentan al mercado laboral y a una relación de pareja. Entonces, chocan con la precariedad en el trabajo —mayor que la masculina– y con unos desiguales niveles de corresponsabilidad en las labores domésticas y familiares. Sin embargo, ante estas situaciones “las mujeres no aguantan lo que aguantaban antes”. Hace 20 años, Argitan recibía a vecinas que llevaban hasta 15 o 20 sufriendo malos tratos antes de separarse. “Hoy no pasan de tres o cuatro años”. Lo mismo ocurre cuando no hay compromiso de su compañero en el hogar o con los hijos.
Precisamente estos aspectos, el económico y la corresponsabilidad, son los “retos del feminismo” en la actualidad en Barakaldo. “Las instituciones tienen que aportar servicios que a las mujeres nos permitan gozar de una mayor igualdad y poder acceder al mercado laboral en igualdad de condiciones”. Para ello, la Administración pública debe realizar, mediante guarderías, comedores o residencia, trabajos que hacen en la mayoría de los casos las mujeres.
Además, indica Ozaita, sólo el trabajo en el sector público ofrece condiciones de igualdad para las mujeres en relación a los varones. “En el espacio privado ninguna Administración penaliza la opresión y explotación de las trabajadoras. El mundo laboral se nos ha abierto y más la mitad de las mujeres trabajamos en el espacio público ¿pero en qué condiciones?”.
Renta básica. “El problema para las mujeres no es sólo la igualdad de trato y desaparición de la violencia de género. Violencia es también y sobre todo la económica, porque en determinadas condiciones no puedes dejar de vivir con el maltratador, sin empleo no puedes dejar de estar en el espacio familiar y seguir siendo dependiente. La renta básica permitiría sobre todo a las mujeres mejor situación para acceder al mercado laboral y a la formación en igualdad”.
El feminismo barakaldés, de “poso obrero y de humildad de la emigración”, sigue trabajando y siendo necesario. “La pérdida de derechos es tan fácil y la consecución de los mismos es tan difícil, que no se puede cejar en la lucha”.
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