Antes de concluir el año 2024, los vecinos de Santurtzi conocieron la noticia de la demolición del centenario colegio de Hijas de la Cruz para la construcción de nueva vivienda de lujo. La Justicia había fallado en favor de las empresas constructoras y la promoción inmobiliaria.
En la cercana población de Barakaldo, diferentes promociones de vivienda nueva se otean en el horizonte de los planes del ayuntamiento (en Lutxana, Burtzeña, Lasesarre, etc.). La ordenación urbana y la construcción masiva se presentan en este caso como elementos para aliviar la problemática de la vivienda, a cuya escasez reprochan los problemas de acceso, mientras, al mismo tiempo, en la actualidad más de 4.000 casas continúan vacías en el municipio y cientos de personas malviven tiradas de manera inclemente por sus calles y parques. Tanto las nuevas edificaciones como las de segunda mano se venden o se venderán a precios desorbitados. Qué decir del alquiler.
En Sestao, una persona que decida vivir sola destina hoy aproximadamente el 58% de su sueldo al pago del rentista. En Portugalete, alrededor del 55%.
Un trabajador en Ezkerraldea, como en todos los lugares, vive tan sólo como los arrendatarios y empresarios aconsejan que viva. Como en otros tantos lugares, la explotación económica de los inquilinos y la cada vez mayor resistencia a la misma se encuentran de lleno con la persistente amenaza del desahucio (bajo esta fórmula, 2.225 familias han sido expulsadas de sus casas en Barakaldo desde el año 2012).
Los gobiernos municipales y su policía hacen el resto: limpiar la ciudad de indeseables que se han buscado un techo al abrigo de un puente o cualquier pasadizo insalubre. Los disparos de bala realizados en 2024 contra dos trabajadores de origen marroquí cobijados en un túnel de Lutxana aún resuenan para recordar uno de los casos más repugnantes de racismo policial y evidenciar una batalla de clases que no cesa.
La miserabilidad de las casas de Ezkerraldea es también un elemento que agrava el conjunto de esta problemática de la vivienda entre el proletariado del entorno. Sin posibilidad de esconder esta realidad, los informes de distintas instituciones han tenido que admitir que, en Ezkerraldea, casi 60.000 familias viven en secciones censales calificadas de muy alta vulnerabilidad, en gran medida como consecuencia de la depauperación de la habitabilidad de los hogares de la comarca.
De entre los cuatro municipios de Ezkerraldea, sin ninguna duda, la situación de Sestao es la más calamitosa de cuántas calidades de habitabilidad se pueden analizar. La media de superficie habitable de la que dispone la población de Sestao es de tan sólo un 69,4% m2 (en algunos barrios tremendamente depauperados como Kueto o El Carmen, la superficie media es de apenas 67 m2). Sestao cuenta también con el parque de vivienda más antiguo de Bizkaia (57,4 años de media) y el segundo de la CAV, sólo superado por otra ciudad inminentemente proletaria como Eibar (58 años).
A esta falta de espacio en la que deben apiñarse los trabajadores de Ezkerraldea, en muchos casos como en Portugalete de manera literal (más de 14.000 habitantes por km2), debe añadirse que en los municipios del territorio las viviendas aún no cuentan con elementos básicos como servicios de calefacción. Según los últimos estudios estadísticos disponibles, más de un 20% de las viviendas no cuentan con este servicio en el territorio.
Como decíamos, la solución aportada desde las instituciones y los partidos políticos de orden al problema de acceso a una vivienda de calidad se mueve en dirección a custodiar el negocio de los capitalistas. Las prebendas y las concesiones económicas (construcción nueva, VPO, ayudas al alquiler, etc.) son sólo esfuerzos por deslindar las demandas de su contenido político, restaurar la fe en el mercado y solapar los intentos por cuestionar la naturalización de la vivienda como mercancía.
Pero ya no sirven caminos intermedios. No basta con denunciar los altos precios de alquiler y compraventa, ni tan siquiera armarse de conceptos de denuncia como “especulación” o “burbuja inmobiliaria”. Pinchar una burbuja con una fina aguja puede servir a corto plazo, pero esa misma herramienta se combará frente al sólido transcurrir futuro de la ley económica capitalista.
Los derechos de propiedad se imponen. No hay un capitalismo no especulativo ni un mercado inmobiliario que sea justo. En otras palabras, el problema de la vivienda no se puede resolver a través del mercado o solamente aliviando sus aspectos más lesivos porque, en esencia, el mercado es el origen del problema.
Al tiempo que estas medidas pretendidamente beneficiosas ocurren, cientos de personas continúan abocadas a desahucios, a la imposibilidad de pagar el alquiler o a perpetuar su imposibilidad de acceder a la vivienda. Los empresarios y los políticos profesionales a su servicio sólo buscan mediante las reformas presentadas a bombo y platillo reproducir las relaciones de producción capitalistas. Buscan así reducir al plano económico algunas de las demandas del movimiento de la vivienda para recuperar el terreno frente a la autoconciencia del proletariado y su organización política.
Frente a ello, sólo cabe seguir apostándolo todo a la consecución de una vivienda de calidad, gratuíta y universal. Demandas que sólo podrán ser satisfechas si nos organizamos para conseguir una sociedad en la que la vivienda deje de ser una mercancía en busca de beneficio económico y se planifiquen los recursos para satisfacer las necesidades de todas las personas.