Tras recorrer los escasos 300 metros que separan el templo de la plaza siguiendo a los chistularis municipales, los vecinos han honrado al patrón con un emotivo aurresku de honor y han emprendido el camino de regreso con la caída de las primeras gotas de lluvia.
La misa mayor ha abarrotado la iglesia obligando a muchos fieles a escuchar la eucaristía en pie y a sacar los abanicos para combatir el bochorno imperante en el último día de fiestas.