Las calles de Barakaldo albergan desde hace más de 40 años una importante colección de esculturas públicas de reconocidos artistas. Obras hospedadas en el entorno urbano, entre edificios y parques, y en las que el viandante pocas veces repara. ‘El coloso’, ‘Samotracia’, ‘La pareja’, ‘Escalera al cielo’, ‘Musutxu’ o ‘Emakumea’ son algunas de las piezas más conocidas de la treintena de obras de gran tamaño que conforman el patrimonio escultórico de la anteiglesia y cuya historia ha sido recopilada por la licenciada en Historia del Arte Arantxa Pereda en el último número de la revista K-Barakaldo.
Según comenta la historiadora, Barakaldo “fue pionero en la idea de configurar el terreno urbano como lugar expositivo escultórico”. Concretamente, a partir de la I Exposición de Arte Vasco celebrada en 1971 en la quinta planta del Ayuntamiento barakaldés, se comenzaron a poblar las calles de esculturas para acercar el arte a la ciudadanía. Dos recorridos guiados, organizados por el Centro de Interpretación Histórico y Medioambiental (Cihma) de El Regato y comentados por la propia Pereda, permiten ahondar en las peculiaridades de algunas de estas piezas.
La visita arranca en Herriko Plaza para descubrir ‘Samotracia’. Creada por el escultor Vicente Larrea en acero corten e instalada frente al consistorio en el año 1971, es junto con la polémica obra ‘Convergencia para un vacío’, de Jorge Oteiza, una de las primeras esculturas que pudieron verse en las calles de Barakaldo. Está inspirada en el icono de la Grecia clásica ‘Victoria de Samotracia’, la diosa alada que se encuentra en el Museo del Louvre.
A tan solo unos pasos, entre la calle San Juan y la plaza Auzolan, se alza el ‘Bosque de la memoria’ (2001) de Koldobika Jauregi, un conjunto escultórico formado por cuatro piezas de piedra de gran tamaño. Creada con granito del valle de Lastur (Deba), la obra presenta los rastros del proceso de devastación. Frente al polideportivo de Lasesarre, se ubica desde el año 2008 una obra sin título del escultor americano Joel Saphiro, una construcción creada por encargo para la ciudad que evoca la producción de Altos Hornos a través de las formas geométricas.
‘El coloso. Monumento a la industria’ (2002) de Lucas Alcalde es probablemente la escultura más icónica de la anteiglesia. Ubicada al comienzo de la calle Elcano y con una altura total de seis metros, representa un homenaje al pasado minero de la comarca a través de un pedestal con relieves y la figura de un hombre – el popular minero- realizada en acero corten y bronce.
En la intersección de la calle Elcano con la avenida de la Libertad se encuentra ‘La pareja’ (2003). Esta escultura de Juan José Novella, realizada en bronce laminado pulido, presenta las siluetas de un hombre y una mujer.
El pasado industrial de Barakaldo queda reflejado en las ‘Chimeneas’ (2002) de Agustín Ibarrola. Tres cilindros de acero corten de siete metros de altura coronan la plaza Bide Onera homenajeando, en las propias chimeneas, a los trabajadores y recordando el humo de las fábricas.
A escasos cien metros, el parque de las Esculturas acoge varias obras de artistas menos conocidos. Por un lado, se encuentra el conjunto ‘Gernika 2003’ de Miguel Ángel Antolín, inspirado en el famoso cuadro del mismo nombre de Pablo Picasso. Lo forman las piezas en acero ‘El hombre’, ‘La rabia’, ‘La familia’ y ‘El dolor’. Junto a ellas se alza ‘Grúa en danza’ (2003), del barakaldés Fernando García Arnáiz, una escultura de seis metros de altura realizada con tubos de acero que simboliza el movimiento de un bailarín.
La obra del artista barakaldés Jesús Lizaso encuentra su espacio en este mismo parque con la escultura ‘Por la infancia’ (2006), un homenaje al 60 aniversario del Fondo de las Naciones Unidas para la infancia, Unicef. Representa la maternidad convirtiendo varios bloques de acero en figuras humanas.
En los jardines de la casa de cultura de San Vicente (Clara Campoamor), Lizaso vuelve a celebrar la maternidad con ‘Emakumea’ (2008), la escultura de una mujer con un niño en brazos elaborada en mármol, acero, bronce y hierro. ‘Musutxu’ (2006), ubicada en la ronda de Azkue, es la tercera gran escultura del artista local. Se trata de la representación de un beso a través de los cuerpos enlazados de dos seres anónimos.
En las inmediaciones de la casa de cultura de San Vicente, se encuentra el busto a Clara Campoamor (2005) de Lucas Alcalde. Es una pieza en bronce y acero para honrar a la política y defensora de los derechos de las mujeres que da nombre al centro cívico.
La plaza de la Convivencia también es lugar de homenaje, en este caso a las víctimas del terrorismo. La escultura ‘Gona’ (2003) de Juan José Novella representa en acero las tablas de una falda. Frente al campo de fútbol de Lasesarre, en los jardines de la agencia de desarrollo foral Dema, se ubican las cuatro esculturas en hierro diseñadas por los creativos del estudio El Cajón en el año 2001.
En el barrio de Cruces, la ‘Escalera al cielo’ (2002) del portugalujo Juan José Novella juega con la idea de la espiral como un elemento que se prolonga hasta el infinito. Junto a ella y también frente al Hospital de Cruces, se localiza ‘Lugar de encuentro. Monumento al donante’ (2008), una escultura en piedra caliza de Xebas Larrañaga para simbolizar la vuelta a la vida tras la realización de un trasplante.
La escultura pública en Barakaldo se completa con obras como ‘Homenaje al deporte vasco’ (1974) de José Ramón Carrera en Gorostiza, el busto a Ramón Rubial en el Jardín Botánico, el cartero de la calle Zaballa, la moto Lube en la plaza Santiago Herrero de Lutxana o las piezas que alojan los jardines del parque Munoa. Son los habitantes silenciosos, pero siempre vigilantes del ritmo de la ciudad.