Pues bien, acabada la legislatura, Urkullu no ha cumplido su compromiso en un tema tan importante como el de la vivienda. A día de hoy, en Euskadi se siguen produciendo desahucios a diario. Ni Urkullu ni su partido, el PNV, han hecho nada real para acabar con los desahucios.
De hecho, hace unas semanas en Barakaldo, hoy gobernado por el PNV, nos encontramos con que las personas que habían ocupado un piso municipal en la antigua alhóndiga eran desalojadas, dejando en la calle a quienes no tenían menores a su cargo. El propio Gobierno local incumplía lo que en pleno se había acordado, en un territorio (Bizkaia) declarado a su vez también “libre de desahucios”.
Uno de los argumentos empleados para este desahucio fue que el piso, “recuperado” según la alcaldesa, estaba destinado a alojar a las personas refugiadas que pudieran llegar a Barakaldo desde Grecia, que a día de hoy son en todo Euskadi nueve y en Barakaldo ninguna. Sin embargo, en otras informaciones se indicaba que el inmueble “se dedicará a acoger un equipamiento sociocultural”.
Además, desde Alcaldía se afirmó que “en la actualidad hay lista de espera en Barakaldo para optar a las viviendas sociales de la localidad fabril, ya que actualmente la demanda supera a la oferta de inmuebles destinados a aquellas personas que peor lo están pasando en Barakaldo” y por eso la vivienda, que llevaba dos años vacía, quedó tapiada.
Y esto es lo que en este caso me sorprende. Independientemente de si la acción de quienes ocuparon la vivienda sea legal o no, no es justo que a día de hoy haya gente sin casa y casas sin gente, y que en este caso, se desaloje a personas de un inmueble público para dejarlo tapiado y vacío o más bien lleno pero de promesas. O compromisos.
Si en cuatro años se sigue desahuciando a gente en Euskadi es porque no ha habido disposición ni relativa ni absoluta, y que los compromisos de dicho partido valen menos que un euro de madera.