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Barakaldeses de Nueva York

Revista Barakaldo Digital dedicada a los barakaldeses en Nueva York
No puede ser más que una casualidad. Alfonso Mondelo trabaja en Nueva York en la mítica y glamurosa Quinta avenida a pocos metros del icónico edificio Flatiron, el rascacielos triangular. Es triangular como el bloque que, entre la avenida de la Libertad y La Bondad, se levanta frente al piso (1.º derecha, portal 1) de la travesía de la Victoria —hoy Encartaciones— en donde se crió en Barakaldo.
Alfonso Mondelo
La Gran Manzana es su hogar desde que hace 45 años su familia, emigrante gallega en Barakaldo con padre obrero en Aurrerá, se trasladó a Estados Unidos en busca de mejor fortuna. Director técnico de la Major League Soccer —la liga profesional de fútbol de Estados Unidos—, tiene los recuerdos nítidos de los casi 13 años que vivió en la anteiglesia, del colegio Paúles, del viejo campo de Lasesarre y de los partidos en Los Hermanos.

Una memoria que regresa a la más tierna infancia es también la que recuperan los otros tres protagonistas de esta historia de emigración cuando se les pide que hablen de Barakaldo. El colegio El Regato y las campas de Ansio son la referencia para Marta Bueno, que dirige el hotel Eurostars en Wall Street. La plaza de gigantes carteles luminosos Times square es el espacio de trabajo como auxiliar en prácticas en un despacho de abogados de Arrate Villanueva, también de Arteagabeitia, que rememora la ikastola Alkartu y el almacén de vino de La Rioja que tenía su abuelo. Y Rontegi y las goitiberas salen a relucir en el diálogo con el actor y productor audiovisual Lorenzo Parro, que convoca a Barakaldo Digital en el más bohemio Greenwich Village, a una manzana de la avenida Broadway, como no podía ser de otro modo.

Emigrar es el destino de las vidas de estas cuatro personas que coinciden, sin conocerse, en el centro del mundo occidental: una ciudad de 8,4 millones de almas en la que, especialmente en la isla de Manhattan (1,6 millones), hay personas llegadas para vivir y para hacer turismo desde todos los lugares del planeta.

Por ello, por las condiciones de la gran ciudad, no es extraño el relato compartido de soledad y de dureza de la vida en Nueva York. Hay que tener en cuenta que en Manhattan, punto de encuentro con los cuatro barakaldeses, hay más de 27.000 habitantes por kilómetro cuadrado, siete veces más que los 4.000 de la anteiglesia. En nada ayuda tampoco el famoso “nivel medio” de inglés del que se hace gala en Euskadi y en España.

Vencer la barrera cultural e idiomática es el primer reto. “Cuando llegamos, ni palabra sabíamos de inglés. Yo había aprendido unas palabras en la escuela y no me llegaba para nada. No podía ni defenderme en inglés con los chavales”, recuerda Mondelo, que vivió con dificultad la adolescencia en una ciudad en la que ni siquiera tenía el fútbol para conectar. “Fue un choque cultural muy fuerte”, señala. Adaptarse le costó dos años.

Marta Bueno
“Mis primeros siete meses en Nueva York no existieron: fue sólo trabajo, trabajo y trabajo”. Lo cuenta Marta Bueno. “Cuando llegas a Nueva York, no vives”. El famoso sueño americano, indica, está lejos de ser un camino de rosas. Aunque acordó un contrato de 12 meses, ya suma dos años y medio en la ciudad y, como Mondelo, ahora es cuando la empieza a vivir y eso que para ella el idioma no ha sido un problema. “Como país, me avergüenza que sepamos poco y mal hablar inglés. Es algo básico”.

Arrate Villanueva todavía no ha cumplido dos años en Nueva York —llegó en septiembre de 2014— y se nota. “Tengo un amor-odio por la ciudad…”, explica al tiempo que reconoce las “lloreras” que ha pasado en estos 18 meses. “Si no hubiese estado con mi marido, con Manu, habría regresado a casa”, admite. Recién licenciada en Derecho Económico, por Deusto, saltó directamente a Estados Unidos como un reto personal y encontró que echaba de menos a su familia más de lo que pensaba.
Aunque no lo relaciona con el deseo de abandonar Nueva York, reconoce que, pese a haber estudiado toda la vida inglés, tuvo inicialmente dificultades para entenderlo con acento americano. De hecho, dice que no nota mucha mejora en el idioma. Desde el primer momento, su círculo de relaciones fue hispanohablante y además en su trabajo también se habla castellano, que se escucha por toda la ciudad, especialmente en determinados empleos de baja cualificación profesional.

Lorenzo Parro
Yo he sobrevivido en Nueva York quizá por ese carácter peleón de Rontegi”. La afirmación es de Lorenzo Parro, actor y productor audiovisual, que confirma la dureza de la vida en la Gran Manzana. “Es hostil”, indica, pero, al mismo tiempo, es un espacio de oportunidad en el que aprecia también la libertad para que cada persona sea ella misma.

Su caso es el de un trotamundos que ha saltado, desde los 17 años, de un lugar a otro. Estudió, sin terminar, la carrera de Informática en Deusto, se marchó a Madrid a hacer Arte Dramático, fue y regresó a Australia, Malasia, Miami o Japón, y una oferta de vuelo lo condujo a Nueva York. Son ya 11 años. Se ha casado y considera que es donde está su “casa”, pero sin cerrarse puertas.
El círculo social de Parro está vinculado con su trabajo y con el entorno de su esposa, música mexicana. Hacerse su “tribu” le ha llevado tiempo. En ello están también, y todavía, Marta Bueno y Arrate Villanueva.

Oportunidades, con mucho trabajo, pero en definitiva oportunidades, es lo que, según cuentan, ofrece esta urbe de la costa este de Estados Unidos, de gentes amables aunque sea difícil para vivir.

Muestra de ello es Alfonso Mondelo, que desde niño tenía diseñado su futuro en el fútbol. “Yo lo tenía claro. Primero iba a jugar con el Barakaldo en Lasesarre, después en el Athletic y después mi sueño era llegar al Real Madrid. Todo eso desapareció al llegar a Estados Unidos”. De hecho, aquel joven decide incorporarse al servicio militar pero el destino le conduce a la base de Torrejón de Ardoz, ciudad en donde volverá a conectar con el balompié al incorporarse al equipo local, que jugaba en Segunda B y con el que estuvo tres años.

Al regresar a Nueva York, Mondelo comienza a entrenar equipos y asciende poco a poco, hasta situarse en su actual puesto directivo en una liga profesional con 20 equipos en Primera, 21.000 espectadores de media en los estadios en cada partido y estrellas como Kaká, David Villa, Sebastian Giovinco, Giovani dos Santos o Steven Gerrard. “Lo he conseguido como se hace en este país: trabajando desde abajo hasta arriba, demostrando el valor todos los días, esforzándome y sacrificando mucho para seguir el sueño del fútbol”.

Resuelta a continuar adelante, también Marta Bueno se muestra dispuesta en la Gran Manzana a avanzar para conseguir más. Pasados los peores momentos de adaptación al país, al idioma y a una forma de trabajar distinta a la española, repasa cada detalle del hotel para que esté listo para el cliente y colabora, si es necesario, con el resto de los empleados, subordinados, para que el proyecto salga adelante. Ahora, ya cuenta con un grupo de amigos, todos extranjeros en Estados Unidos; cocina y así evita la dieta hipercalórica del país; y se ha integrado en un club de patinaje.

Comienza a vivir Nueva York, pero sin relajarse en su sueño hotelero y sin olvidar que aceptado y sigue dispuesta a aceptar los retos cuando se los propongan, incluso cuando para llegar al centro del mundo tenga como ha tenido que pagar con su relación personal.

Arrate Villanueva Bueno
Kilómetros y no precisamente pocos, unos 5.700 con un océano de por medio, separan Euskadi y la habitación (850 dólares) en un piso de la planta 31 en la que vive, en Harlem, Arrate Villanueva. Ella y su marido, que estudió Cocina en Leioa y tiene un restaurante con una estrella Michelín, han hablado de volver, posiblemente a Madrid, quizá en año y medio o dos años. Pero no está cerrado. “Para quedarme aquí tengo que tener un gran nivel de vida y hoy no puedo. Esta ciudad pide mucho”, explica. Sin embargo, constata que en Nueva York, “el que quiere trabajar trabaja y bien pagado, y el que quiere hacer dinero, lo hace, sin duda”.

Lorenzo Parro sabe que, efectivamente, en Manhattan vive del espectáculo, algo inviable en otros sitios. La calle Lavadero (hoy Lapurdi) en Rontegi es el lugar de su familia, al que regresa cuando puede, pero el Barakaldo en el que jugaba sin peligro ha quedado atrás. Desde Nueva York, ciudad libre para su “mente abierta”, ha logrado vender su serie en internet Bilbainadas. Nada indica que vaya a volver, aunque él advierte: “nunca digas nunca”.