Las familias del colegio Rontegi realizan una jornada anual de arreglos en el centro escolar
por María José Cantalapiedra
La llamo como si fuera un taxi. Y la llamo como se hace en las películas. De noche o de día, en una calle cualquiera de Barakaldo, con gabardina o chubasquero previsiblemente porque el tiempo no acompaña, y con maravillosos zapatos de tacón por lo que tienen de simbólico. Porque no quiero cualquier taxi. Quiero uno espacioso, limpio, con cinturón de seguridad y conducido por un taxista al que persiguen las compañías de seguros porque tiene todos los puntos del carné.
El Barakaldo de las personas al que han aludido y aluden todos los alcaldables, nace, se reproduce y muere en las escuelas que ruedan por la ciudad. La desigualdad sólo se frena en las escuelas. Son las escuelas las que nos llevan de un lugar a otro de la frenética y cansina jerarquía social. Son las escuelas nuestro segundo nivel de socialización, después de la familia, donde aprendemos la evolución de la ciencia y de la sociedad, donde adquirimos criterio.
Y aunque la llamo quieta y apenas levantando un brazo, la llamo desesperadamente, porque si no consigo que una escuela pase, y pare, y me deje entrar, los asesinos que me persiguen con una motosierra para hacerme pedacitos me van a alcanzar. Y tengo miedo, porque los de la motosierra también quieren hacer pedacitos la escuela y al taxista que la conduce.
La evolución, la revolución y la involución se hacen en la escuela. La escuela escoge las ideas que van a empujar consciente o inconscientemente a todos los que pasan por sus aulas. La escuela da los billetes de libertad, de ética, de estética. Incluso aunque no lo pretenda. La escuela es el taxi que te lleva a destino por el camino más largo o más corto. Necesita carreteras asfaltadas y despejadas de tráfico. Necesita taxistas libres y que saben conducir. Necesita estar blindada contra las motosierras.
Ser maestro, ser maestra, es como ser Spiderman: “Un poder conlleva una gran responsabilidad”. Y los superhéroes siempre tienen villanos cuyo único objetivo es destruirlos o corromperlos porque así se harán con el control del mundo. Estaría bien un cómic real en Barakaldo donde todas y cada una de las personas que se han presentado a las elecciones municipales, con independencia de los votos obtenidos, se pusieran gabardina y tacones y levantaran un brazo al tiempo que dicen: ¡Escuela!