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El alcalde dice que "aún queda muchísima gente honrada, sobre todo en Barakaldo"

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El alcalde de Barakaldo, Alfonso García Alonso (PSE), defiende la honradez de los vecinos de la localidad y lo hace porque un compañero de su gimnasio le entregó un pulsómetro que el mandatario perdió en el vestuario. "Algunas personas se quedan con los objetos o el dinero que se encuentran de forma aleatoria, pero por suerte no es algo generalizado. Aún queda muchísima gente honrada, sobre todo en Barakaldo", sostiene en su blog el edil socialista, que se muestra "orgulloso" de "representar a una ciudad que tiene entre sus habitantes a tanta gente honrada".


Tuit del mandatario
Nuevo post en mi blog, dedicado a toda la muchísima gente honrada que hay en #Barakaldo: 'Gracias, Esteban'.

Artículo del alcalde en su blog
Gracias, Esteban

Los amigos de lo ajeno pululan por ahí y no siempre de manera premeditada. Algunas personas se quedan con los objetos o el dinero que se encuentran de forma aleatoria, pero por suerte no es algo generalizado. Aún queda muchísima gente honrada, sobre todo en Barakaldo. Gente que te devuelve lo que es tuyo, aunque lo hayas perdido.

El pasado sábado a la mañana salí a correr por la ciudad, como acostumbro. Es mi forma de evadirme del día a día. Antes de ponerme en marcha me percaté que me faltaba el pulsómetro, un dispositivo que permite medir la frecuencia cardíaca en tiempo real. La última vez que lo usé fue en el gimnasio, así que pensé de inmediato en que me lo olvidé allí.

Cuando regresé al gimnasio ayer jueves -los días anteriores han sido muy intensos en cuanto a trabajo y no he podido acudir- entré decidido a preguntar en la recepción si habían encontrado algún pulsómetro, aunque a decir verdad ya no tenía la esperanza de que apareciera. Era probable que alguien se lo hubiera quedado.

Pero me equivoqué. Ya en el vestuario, otro usuario habitual del gimnasio, Esteban, barakaldés de mediana edad para más señas, se dirigió a mí:

-¿Se te ha perdido algo? -me preguntó-.

-¡Sí, cómo lo sabes! El otro día me dejé un pulsómetro -respondí, describiéndole además los colores, la marca, etc.-.

Y entonces sacó de su mochila el pulsómetro y me lo dio sin dudarlo, para mi sorpresa y alegría.

Así que escribo estas líneas orgulloso de ser barakaldés, como Esteban, y de representar a una ciudad que tiene entre sus habitantes a tanta gente honrada, personas que pese a no sobrarles precisamente el dinero te guardan y devuelven los objetos personales que has perdido. Todo un ejemplo.

Gracias, Esteban. Ojalá el mundo estuviera lleno de gente como tú.