• Tras más de un año de trabajo, ha concluido el treabajo que refleja con toda la fidelidad que le ha sido posible el encanto del palacete burgués • Lo que más le gustaría es exponerla en la propia Finca Munoa •
por Silvia Bolaños
A Adalberto Villarroel, vecino de Llano desde hace 50 años, sus paseos por la Finca Munoa le despertaron el deseo de reproducir a pequeña escala, en una maqueta como otras tantas que atesora en casa, el palacete de estilo francés que hasta hace unos años ocupaba la familia del magnate Horacio Echevarrieta. Tras décadas observando el exterior de la finca, se decidió a elaborar una réplica una vez que el parque abrió sus puertas a los barakaldeses y pudo analizar la mansión con detenimiento.
“Me acercaba a hacer fotografías con el móvil y poco a poco fui diseñando la maqueta en cartón. Cuando tenía dudas, volvía para observarla al detalle”, reconoce.
Paseo a paseo y detalle a detalle, este vallisoletano de 79 años recién cumplidos ha conseguido dar forma a su idea inicial. Tras más de un año de trabajo, ha concluido una maqueta que reproduce con toda la fidelidad que le ha sido posible el encanto del palacete burgués y que exhibe con orgullo.
“La mayor parte del material que he utilizado es reciclado: cartón para darle forma, madera de cajas de fruta para reforzar la estructura...”, cuenta emocionado. “La planta de abajo fue la que más me costó para cuadrar la posición de las ventanas y las escalinatas. A partir de ahí comenzó el trabajo de decoración”, comenta.
Una decoración en la que ha cuidado hasta el más mínimo detalle. La estructura, que cuenta con luz para iluminar tanto el interior del palacio como los jardines, va revestida con pasta de modelar para imitar la piedra, pequeños listones de madera dan forma a las ventanas que lucen recargadas barandillas, y papel de aluminio y estrechos tubos conforman los canalones para desaguar la lluvia de un tejado que está cubierto de diminutas tejas árabes que Villarroel ha tenido que pulir y pegar una a una. Hasta la vidriera de la parte trasera del edificio es una fotografía de la original.
Los alrededores del palacete también han sido recreados al milímetro con césped artificial, flores de plástico, bancos de madera, farolas muy similares a las originales y caminos empedrados con la propia gravilla del parque. Y allí donde la observación no llega, este vecino ha tenido que echar mano de la imaginación para cubrir el suelo de los balcones con unas coloridas baldosas con formas geométricas.
Esta es su última obra, pero Villaroel, extrabajador de Euskalduna y La Naval, cuenta con una docena de maquetas de barcos, casas o edificaciones religiosas. Comenzó hace 40 años siguiendo los planos de un barco diseñado por su cuñado. Desde esa primera incursión en el mundo de la marquetería, ha creado atuneros, galeones o buques de guerra con cañones que ha regalado a hijos, sobrinos y amigos.
También reproducciones de las dos iglesias de su pueblo natal –Villavicencio de los Caballeros-, la de San Pedro y la de Santa María. Su próxima maqueta será la torre de otra iglesia derrumbada del municipio vallisoletano, aunque no descarta reproducir algún otro monumento barakaldés.
Villarroel confiesa que para realizar estas maquetas tan fieles a las construcciones originales son necesarias “muchas horas de trabajo y mucha paciencia”. Y en ocasiones dejar la labor, despejarse y volver. Una pasión por la artesanía que este vecino siempre ha compartido con su mujer, aficionada a la pintura, pero que a día de hoy ninguno de sus tres hijos ha desarrollado con la misma intensidad.
Por el momento, la maqueta del palacio Munoa reposa en su vivienda tras haber estado expuesta en el centro de jubilados de Argenta (Llano) con éxito de público y crítica. Pero Villaroel espera poder volver a compartirla con los barakaldeses en los centros para la tercera edad o en las casas de cultura y salas municipales.
Sin embargo, lo que más le gustaría es exponerla en la propia Finca Munoa, para que todos los que quieran puedan comparar el palacete original -construido a finales del siglo XIX como residencia de verano de Juan Echevarría La Llana y reformado en 1916 por el arquitecto Ricardo de Bastida- y su réplica. Sin duda, el lugar que tan majestuosa obra merecería ocupar.
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