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Esther Fernández Sáenz | enferma de cáncer de mama y pulmón
"El cáncer es como cualquier otra enfermedad: cogido a tiempo se cura"

Esther Fernández Sáenz
 Osakidetza tiene un plan de prevención con mamografías cada dos años a mujeres de 50 a 69 años y desde los 40 si hay antecedentes familiares directos Aunque la incidencia es baja, también hay cáncer de mama masculino  Santa Águeda, a la que torturaron amputándole sus pechos, es venerada como protectora frente al cáncer de mama 

Asociación de Cáncer de Mama de Bizkaia Acambi acambibizkaia.org 
Tfno. 94 442 12 83

"Estos hp (hijos de puta) no pueden conmigo”. Esther Fernández Sáenz se lo decía a sí misma cuando el cáncer —de mama y de pulmón— llegó para cambiarle radicalmente su vida. Le ocurrió cuando tenía 50 años. Han transcurrido 13 y esta mujer, que se sabe fuerte y valiente, ha comprobado que sí: es duro, pero al cáncer se le puede vencer, si se detecta a tiempo. Casada, con un hijo y una nieta de cinco años que es la alegría de la casa, era administrativo en la conocida ferretería Panizo cuando ocurrió lo imprevisto. Ya se había hecho revisiones, en la medicina privada, y le habían indicado que tenía calcificaciones pero no le dieron mayor importancia. Sin embargo, aquel día notó en su pecho izquierdo un bulto y sintió además que le dolía.

El cáncer de mama afectará a una de cada ocho mujeres a lo largo de su vida
Como sucede tantas veces, no lo contó al principio, ni siquiera en casa. Por un capricho del destino, recibió por primera vez la cita para hacerse una mamografía en Osakidetza y la prueba confirmó sus temores. Tiene en su memoria los médicos y especialistas que se han convertido en su familia en estos tres lustros. Maite de la Fuente fue quien le hizo, en San Eloy, aquella primera biopsia. A la consulta ya fue con su marido. “Fue un planchazo. Sí, me derrumbé”, admite. Como miembro de la Asociación de Cáncer de Mama de Bizkaia (Acambi) valora, ya pasado aquel momento, lo positivo que son grupos como al que pertenece, que acompañan y ayudan, desde la experiencia propia, a las nuevas enfermas, en el hospital, con psicóloga y hasta con pelucas.

Llorar. Esther Fernández no tuvo el apoyo de nadie cuando descubrió el bulto y optó por el silencio para no inquietar a sus seres queridos. Ni siquiera es consciente de que entonces conociera a otras mujeres en una situación similar. “Los hombres no sabéis expresar”, señala, aunque no olvida cuando, en el dormitorio, ella y su marido lloraron juntos y largo ante la noticia recibida. No fue el único ni el último llanto.

La incidencia está aumentando por el envejecimiento de la población, pero también hay tumores en mujeres de 30 años
Cuenta que durante dos meses salía de casa aparentemente tan feliz, perfectamente maquillada, con su boina —para ocultar los efectos del tratamiento— y con sus gafas de sol. Paseaba hasta el gasolino, en busca del mar que siempre añora, y sola, sin que nadie la viera, descargaba. “Lloraba lo que tenía que llorar”. Después, subía a los Fueros con una sonrisa puesta de oreja a oreja. “¡Qué guapa estás!”, le decían sin saber que la procesión iba por dentro.

Repite lo que le enseñó su madre: “No des nunca pena, siempre envidia”. Cuando fue contando la realidad a familia y amigos, les advirtió de que no quería lágrimas sino ánimos. Realmente le iban a hacer falta. En mayo descubrió el cáncer de mama y sólo cinco meses después, ya operada, le encontraron también un tumor maligno en su pulmón 35 años fumador de Ducados y Coronas.

La tasa de supervivencia es del 85% de los casos en Euskadi
Lindane. Convencida de que la contaminación y el lindane no son ajenos a la ola de cánceres de mama y de próstata que hay en la zona, Fernández es una activista de la autoexploración para lograr el diagnóstico precoz que salva vidas. “Yo he tenido mucha suerte porque me lo han cogido muy a tiempo”.

El diagnóstico precoz es el mejor arma contra el cáncer de mama
“Hay que insistir a las mujeres para que se toquen una vez al mes los pechos. Que levanten los brazos. Que se miren si están iguales los pezones. Y en cuanto vean algún cambio, que acudan al médico”. El tratamiento no es fácil. Quedarse sin pelo afecta mucho, pero prefiere la boina a la peluca. Ella sufrió especialmente perder el pecho. A diferencia de ahora, entonces no hacían la reconstrucción de inmediato. Le costó ocho años y tres operaciones. “Tenía el apoyo de mi marido, pero era incapaz de tocarme y mirarme en el espejo”.

Ahora se la ve fuerte, dinámica y feliz. Cocina, pasea, viaja, está en un curso de Facebook y piensa en hacer pilates. La asociación Acambi acaba de donar 50.000 euros a la investigadora María del Mar Vivanco, de BioGune, para que busque una vacuna. El reto se conseguirá, cree Esther Fernández. “La toalla nunca tienes que tirarla”.