por Mariela Estévez Campos | Fotos cortesía de la Escuela de Dulzaineros de Lutxana
Hace más de 28 años un grupo de amigos se reunía por primera en
Barakaldo vez en el taller de Iñaki Cortázar Saldomando – 'Txopo' – para rescatar un instrumento clave de la cultura vasca que estaba en peligro de extinción: la
dulzaina metálica. Tres años después, cumplidos los correspondientes trámites burocráticos, nacía oficialmente la
Escuela de Dulzaineros de Lutxana que este mes celebra su 25 aniversario. A pesar de los escasos medios con los que cuenta, la escuela-taller ha organizado para la celebración un
programa actividades musicales en sus locales de Serralta del 12 al 14 de diciembre.
El jueves 12, a las 19.30 horas, tendrá lugar un concierto didáctico de instrumentos autóctonos con
Juan Mari Beltrán. El viernes 13, a las 20.30, intervendrá el grupo
Kherau que interpreta música folk. Y el sábado 14, el 'Dultzaina Eguna' (‘Día de la dulzaina’), en el que actuarán grupos como
Ibarra-Kaldu,
Hala Dzipo o Bilboko Gaiteroak Dultzineruak. Los actos se extenderán a lo largo de toda la jornada: tras la recepción de los participantes a las 11.00, a las 12.00 horas se realizará un pasacalles por el barrio; a las 14.00 una actuación de dulzaineros y dulzaineras precederá a una entrega de obsequios a los participantes; tras la comida, a las 18.30, se celebrará una romería con el grupo
Laguntasuna. Los actos finalizarán con un concierto a las 20.00 en el que intervendrán Konauta,
Meibi y los Vietnamitas Blancos, y Sótano 52.
Autodidactas. La escuela es una agrupación atípica que carece de director y en la que todos los componentes son al mismo tiempo alumnos y profesores. “Todos estamos para aprender y todos tenemos algo que enseñar. Ésta es una escuela autodidacta, aprendemos unos de otros”, asevera Cortázar.
Todos los lunes y miércoles de 19.00 a 21.00 horas se reúnen para ensayar en su local cedido por el Ayuntamiento, aunque también lo hacen ocasionalmente cualquier otro día de la semana para practicar, construir sus instrumentos o resolver las dudas de los que empiezan.
Como en todas las asociaciones de aficionados, no todos los miembros tienen la misma constancia a la hora de acudir con regularidad a los ensayos. “Esto no es como en el colegio, donde te ponían falta por no asistir. Todos somos adultos y cada uno tiene sus ocupaciones, bien por estudios o por trabajo. Lo importante es que siempre hay gente para ensayar aunque no siempre sean los mismos”, explica 'Txopo'.
Los componentes de la agrupación, que no pasan ningún tipo de prueba para ingresar, se encuentran en una franja de edad que va desde los 20 años hasta los 60 y muchos. Entre ellos hay varones y mujeres, aunque éstas suelen inclinarse mayoritariamente por los instrumentos de percusión —
atabal y pandero—.
No apto para niños. Algunos, especialmente los más jóvenes, tienen formación musical, pero un buen número de miembros aprende las piezas de oído. En la escuela no hay niños porque —como explica Cortázar— se trata de un instrumento muy duro y puede ser incluso lesivo y producir malformaciones en los que todavía no tienen la mandíbula bien formada y los dientes definitivos.
Al contrario que en otros instrumentos de viento como la gaita, la intensidad se logra con la boca y es necesario ejercer una gran presión con ella. Para tocarla, además de los ejercicios de destreza con el instrumento, realizan ejercicios de respiración abdominal o diafragmática para ampliar la capacidad pulmonar.
Reciben subvenciones del Ayuntamiento esporádicamente. Dicen desde el grupo que la forma de obtenerlas es complicada porque se reparten por puntos y la entidad no siempre consigue los necesarios para acceder a ellas. A pesar de ello, reconocen que la cesión del local donde ensayan por parte del municipio ha supuesto una gran ayuda, ya que es el mayor gasto al que se enfrentaban.
Miles de años. Cortázar relata que la dulzaina es un instrumento pastoril presente en todas las culturas, cuyo origen se remonta a hace miles de años y que fue creado, probablemente, en un intento de reproducir los sonidos del viento.
Aunque las originales son de madera, a finales del siglo XIX, en Bizkaia y Gipuzkoa se empezaron a elaborar con tubos de metal. Esta modalidad tuvo gran aceptación ya que la humedad del clima vasco hace que las de madera se pudran, algo que no ocurre con las de metal.
Por su mayor implantación en la provincia, en la actualidad la dulzaina de metal suele ser sinónimo de la dulzaina de Bizkaia. En los años ochenta llevaba tiempo en fase de desaparición y su recuperación fue el objetivo principal de la creación de la escuela-taller de Lutxana. En estos momentos, en la escuela se construyen y tocan además otros instrumentos populares.
Desde la agrupación reclaman ayuda institucional para que los instrumentos populares no desaparezcan aplastados por los modernos y por los nuevos estilos musicales. “La historia de un pueblo y su fortaleza también se miden por su cultura musical y es preciso defenderla”, afirma Cortázar,. “A no ser que decidan borrarnos de un plumazo, la escuela-taller de Lutxana no desaparecerá y seguiremos aquí dando guerra mientras estemos los que estamos, porque somos incombustibles y mientras siga llegando gente joven con entusiasmo”.