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Javier Gustrán | escultor en madera
“Mis piezas tienen el encanto de ser de Barakaldo”

Javier Gustrán

por Silvia Bolaños

Desde hace 22 años, Javier Gustrán, vecino de El Regato, dedica parte de su tiempo libre a la talla y la escultura en madera. Una afición que descubrió al poco de nacer su hijo y que le ha llevado a acercar por segunda vez al público las obras que atesora en casa. Hasta el próximo 18 de mayo la casa de cultura de San Vicente (Clara Campoamor) acoge una selección de sus trabajos ‘made in Barakaldo’. Y es que cada una de las piezas de este policía local esconde un trocito del pasado de la anteiglesia. Vigas de antiguos caseríos reconvertidas en bustos o frágiles hojas, bisagras que sirven de soporte a un singular guiño a los bolos a cachete... “Empleo madera reciclada de Barakaldo. Todo es kilómetro cero”, reconoce.



La muestra la conforman ocho esculturas de gran tamaño y dos tallas en bajo relieve réplicas del escudo de Euskal Herria y del Guernica de Pablo Picasso, que llevan su inconfundible firma, las cerezas de El Regato. “Me gusta poner en alza la zona en que vivo y en la que me muevo”, admite. Por ello, desde hace un par de años colabora con el programa Ezagutu Barakaldo para dar a conocer a los escolares su afición cargada de simbolismo.

Pregunta. ¿Dé donde le viene la afición por la escultura en madera?
Respuesta. La afición por la escultura ha sido una evolución del trabajo. Yo comencé haciendo talla de bajo relieve, como creo que empezamos casi todos. Llevo tallando unos 22 años, desde que nació mi hijo Iker. Vas cambiando los hábitos y empecé a descubrir este mundo en ferias de artesanía. Me llamaba mucho la atención y un día decidí comprar unas gubias y empezar en casa. Soy cien por cien autodidacta.

P. ¿Cómo se llega a elaborar una pieza sin tener un maestro al lado?
R. Me ha gustado dibujar desde crío, tenía una colección de dibujos de los cómics que leía. Yo creo que el dibujo y la imaginación me han llevado a tallar. Empecé con trabajos sencillos, el típico ‘lauburu’ a muy bajo relieve. Me gustó cómo quedaron los primeros que hice, me lo creí y aquí estoy.

P. ¿Cómo es el proceso de tallar o esculpir?
R. Lo primero es ver en qué línea vas a trabajar, qué es lo que quieres representar. Y luego tener suerte con la madera, porque es un material vivo. Todas las piezas que hay en esta exposición están hechas con madera reciclada y tienes que jugar con sus desperfectos. Es complicado. Son vigas, escalones de casas que se han derribado en Barakaldo, árboles caídos del parque Munoa...Muchas veces, cuando empiezas a trabajar, te das cuenta de que hay una grieta dentro y te obliga a cambiar el trabajo. Todas son piezas únicas, por mucho que quisiera emplear el mismo dibujo y volver a hacerla igual, saldría completamente diferente.

Javier Gustrán
P. La escultura en madera exige muchas horas de dedicación y una buena dosis de paciencia. ¿Qué más requiere?
R. Requiere paciencia, pero sobre todo mucha técnica. Y mucha visión. La paciencia te sirve para, cuando no te sale, tener ánimos y empezar otra, pero lo que te hace falta es sentido de la profundidad, una visión tridimensional para imaginarte la pieza y que te lleve a donde quieras. Y no todo el mundo la tiene ni la sabe trabajar. Empezar con tallas en bajo relieve me ha hecho mejorar la técnica, ir viendo cómo es la madera y las vetas, cómo hacer los cortes... Es fundamental y la he conseguido a base de horas y horas de trabajo.

P. Además de una afición, ¿qué es la escultura en madera?
R. Es una vía de escape, sin lugar a dudas. He pasado días tallando más de 12 horas. Me absorbe, me gusta mucho y cuando estoy tallando el detalle se te van las horas y no te enteras. Alguna vez he tenido algún encargo, pero lo que realmente me mueve es la afición. Las hago por capricho.

P. ¿Alguna pieza a la que le tenga un especial cariño?
R.Todas son especiales. Primero porque es prácticamente todo material reciclado. Hay esculturas que son de árboles que se iban a destinar para leña y se han transformado en obras de arte. Y además tienen el encanto de que son piezas de aquí, de Barakaldo. La más especial para mí es la primera que hice, una viga con un alambre de espino enroscado alrededor, porque la hice pensando en los momentos que he vivido con mi hijo cuando íbamos al monte.

P. ¿En qué está trabajando ahora?
R. Dos de las esculturas expuestas representan las estaciones, el invierno y el otoño, ahora estoy trabajando en otra que me gustaría que represente la primavera. Va a ser la cabeza de una chica y la estoy haciendo con una viga de una casa derribada en la calle Portu. Cuando tallé la escultura del hombre barbudo, buscaba que moviera a la gente, conseguir una expresión dura de una persona muy primitiva, que incluso pareciera que estaba enfadada. Y creo que lo he conseguido porque los comentarios de la gente, que no sabía qué era lo que quería conseguir, van en esa dirección. Te satisface mucho.

P. Juega mucho con el simbolismo.
R. Sí. Me gusta que las piezas tengan diferentes lecturas. Que la gente entienda lo que ve porque últimamente estamos muy saturados de ver obras que te dejan un poco alucinado, que dices si es bonita o no, pero no tienes idea de qué es. A mí me gusta que se vea lo que es e intentar transmitir lo que yo quiero. Y jugar con las dobles lecturas. El vaciado que hago en las piezas para mí tiene mucha simbología, es la otra parte, el interior. Dicen que la belleza está en el interior y esa belleza de la pieza tan bien acabada, tan sencilla, tan lisa, sin adornos, me gusta.

P. ¿Cree que hoy en día se valora el trabajo artesano?
R. No. Además hay muy pocos. Y lo entiendo porque vivir de esto es prácticamente una utopía. Alguna de mis piezas tiene más de 1.000 horas de trabajo. Si hay que ponerle precio a la mano de obra, imagínate. No está valorado, pero sí que es cierto que hay gente que cada vez es más sensible. En otras zonas la artesanía es un mundo. En Iparralde, por ejemplo, el que tiene un taller de artesanía está superreconocido. Aquí te encuentras de todo.

P. ¿Se plantea impartir talleres sobre talla o escultura en madera?
R. Llevo dos cursos colaborando con el programa Ezagutu Barakaldo. Los chavales vienen una vez al mes a El Regato, estamos más o menos una hora, hablando de tipos de madera o de las ‘argizaiolas’, que es una pieza que me fascina a la que puedes meter mucha talla y que tiene una simbología muy especial. Luego empezamos a tallar y es muy bonito trabajar con ellos. Tienen muchísima más imaginación y ganas. Es algo tan diferente a lo que están haciendo en clase que para ellos sí que es una válvula de escape. He descubierto que no hay diferencias entre chicos y chicas, todos tienen ganas de coger la herramienta.


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