por Ana Rosa Sánchez y Eder Álvarez, concejales de Irabazi Barakaldo
"El cierre de subterráneos y la mejora de la iluminación deben ser sólo el primer paso en la recuperación de la ciudad para las vecinas y la ciudadanía en general" |
Es posible que el urbanismo sea una de las materias peor desarrolladas históricamente en Barakaldo. No es casualidad que en las universidades se pongan como ejemplo de mala praxis ciudades como Eibar o Barakaldo, que construyeron deprisa y corriendo bloques de viviendas sin ningún planeamiento aparente, ante la necesidad imperiosa de dar acogida a sus nuevos habitantes durante el bum industrial.
Fruto de esta urgencia Barakaldo desarrolló barrios sin servicios y en la mayoría de casos sin tener en cuenta una perspectiva humana más allá de la solución residencial. Si a esto le sumamos el desmantelamiento de la industria pesada, y las grandes infraestructuras de tráfico rodado que atraviesan nuestro municipio, nos encontramos con un urbanismo que dejó a las habitantes de la ciudad en el último lugar de sus prioridades.
Esta realidad ha sido la que ha venido motivando muchas de las reivindicaciones vecinales de Barakaldo. Cada asociación de vecinas y vecinos señalaba los lugares inseguros de sus barrios y no teníamos un solo barrio sin su punto negro. Y aunque esto ha sido así históricamente, fue el Centro Ssesor de la Mujer Argitan quien, en 2009, señaló 10 de los puntos negros más reseñables de nuestra ciudad, unificando muchas de aquellas reivindicaciones vecinales y de las asociaciones de mujeres de Rontegi o Lutxana, bajo una óptica feminista de recuperación del espacio público.
También colectivos como Iretargi han venido actuando desde la acción directa señalando in situ los lugares generados por un urbanismo que, como hemos señalado anteriormente, no ha contado para nada con algo fundamental como es que la ciudad debe estar hecha para vivir en ella.
El reciente cierre de los túneles de Burtzeña, la nueva pasarela de Desierto y los pasos en superficie de Kareaga no son decisiones políticas sino consecuencia directa de la reivindicación vecinal y la lucha feminista. Sin embargo, la erradicación de estos puntos negros no debe ser el fin sino el principio de un nuevo paradigma urbanístico.
Esta perspectiva de género también habla de movilidad, más aún en una ciudad de servicios como la nuestra, donde lamentablemente la inmensa mayoría de los empleos a jornada parcial en los grandes centros comerciales del extraradio son copados por las mujeres y que carecemos de soluciones de desplazamiento seguro entre el hogar y el centro de trabajo, centros de trabajo alejados de la ciudad 'viva'.
La accesibilidad es otro de los puntos que está en boga en los últimos tiempos, también a raíz de colectivos como Codisfiba o Bordillo Aplastao, y necesariamente la visión feminista de este aspecto, cuando aún somos las mujeres las que más nos ocupamos de esa labor invisible no cuantificada del cuidado. Una rampa de 85 centímetros en un paso de cebra en la puerta de un colegio o de un ambulatorio resulta insuficiente, por muy legal que sea normativamente hablando.
Y finalmente la seguridad. De hecho, una perspectiva de género en materia urbanística es mucho más que poner luces a pasos oscuros o pasos de cebra sobre subterráneos lúgubres. Unas calles seguras no lo son hasta que las personas se sientan seguras, y esto no será así hasta que la ciudad sea planeada desde un punto de vista vital, planificando calles para ser habitadas y no sólo para ser usadas para ir de un sitio a otro.
La activista y urbanista Jane Jacobs ya lo señalaba: "Una calle muy frecuentada tiene posibilidades de ser una calle segura. Una calle poco concurrida es probablemente una calle insegura (...) Ha de haber siempre ojos que miren a la calle, ojos pertenecientes a personas que podríamos considerar propietarios naturales de la calle (...) La seguridad de la calle es mayor, más relajada y con menores tintes de hostilidad o sospecha precisamente allí donde la gente usa y disfruta voluntariamente las calles de la ciudad y son menos conscientes, por lo general, de que están vigilando".
En definitiva, se trata de crear un Barakaldo vivo en todos sus barrios, donde podamos ver y ser vistas, oír y ser oídas, sin tener que girarnos al ir al trabajo o al volver a casa. Hay que recuperar el espacio público.