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El Club de Lucha Munoa cumple 30 años y suma medio centenar de atletas incluidos 2 campeones

Club de Lucha Munoa
Foto: Yeray Arenas

Por Javier M. de la Horra 

El Club de Lucha Munoa, de Barakaldo, celebra su 30 aniversario. Lo hace con la fuerza que proporciona el triunfo y con la debilidad de saberse poco conocido y menos apoyado por quienes tienen la responsabilidad de hacerlo. El entrenador Roberto Hojas ha visto cómo ahora los adolescentes Aser Ebro y José Veizaga le han tomado el relevo ganando campeonatos de España. Las posibilidades son amplias, pero el medio centenar de deportistas del club tiene primero que luchar contra la precariedad. El Ayuntamiento proporciona una subvención que ronda los 14 euros por persona al año y facilita su espacio de entrenamientos, una asfixiante sala que, además, ha sido los últimos años gimnasio de día y albergue de noche para personas sin hogar.

Club de Lucha Munoa
Foto: Yeray Arenas
En el deporte se dan casos admirables, casi prodigiosos. Encontramos clubes sin recursos que alcanzan la gloria en silencio, con deportistas capaces de esquivar la adversidad hasta llegar a la élite. Es el caso del Club de Lucha Munoa de Barakaldo, un club con escaso apoyo institucional en el que entrenan varios campeones de España con un reto común: acudir a unos juegos olímpicos. Forman una familia y representan la élite de esta disciplina deportiva ancestral. Pero en ellos no se fijan las televisiones ni los patrocinadores. Porque la lucha, claro, como otros tantos deportes minoritarios, es víctima de un tiempo en el que todo permanece eclipsado por el fútbol, el juego millonario que todo lo devora.

El club de lucha de Barakaldo nació en el colegio Munoa de Llano en 1986. Algunos alumnos del centro educativo practicaban judo, guiados por César, el dueño de un gimnasio de Zorroza. Un día ensayaron con la lucha y algunos padres se animaron. Redactaron unos estatutos y nació el club.
En estos 30 años ha logrado medallas “en todas las competiciones nacionales y en todas sus categorías”, según explica Roberto Hojas, uno de los jóvenes entrenadores del club, que cuenta con unos 50 luchadores con licencia de entre 6 y 47 años, 11 de ellos mujeres.

El Club de Lucha Munoa es hoy una de las cuatro potencias vascas de este deporte —junto a Cafés el Norte de Bilbao, el Club de Lucha Aranako y la Escuela Alavesa de Vitoria—, olímpico desde los primeros juegos de la era moderna, en 1896.

Club de Lucha Munoa
Foto: Yeray Arenas
Los chicos practican la lucha grecorromana; las chicas, la lucha libre olímpica. Básicamente, ambos consisten en ganar el combate haciendo caer al adversario al suelo y manteniendo los dos hombros del rival fijos sobre el tapiz (suelo).

Grecia clásica
La lucha tiene su origen en la antigua Grecia y en cierto modo atesora un componente primigenio. “Lo primero que hacía el ser humano cuando le perseguía un depredador, era correr y, luego, luchar”, recuerda Hojas, que con 14 años fue campeón de España cadete, pasó por el centro de alto rendimiento de Madrid y quedó a las puertas de unos juegos olímpicos.

“La lucha no es más peligrosa ni más lesiva que otros deportes, el problema es que se llama así, lucha, y a la gente le echa un poco para atrás”, considera el entrenador.

Club de Lucha Munoa
Sus pasos los siguen hoy en el club dos jóvenes de Barakaldo de 16 años: Aser Ebro y José Veizaga, ambos campeones de España. Ebro estuvo el año pasado en Serbia, compitiendo con la selección. Los dos tienen ahora la mirada puesta en el campeonato europeo de finales de julio en Sarajevo y en el mundial que se celebrará en Grecia en septiembre.

Entrenar en un zulo
A pesar de los éxitos deportivos, los integrantes del club entrenan con humildad en una pequeña y asfixiante sala del polideportivo Lasesarre. A mitad de entrenamiento tienen que abrir las puertas para que una corriente de aire renueve la atmósfera, recalentada por el sudor que emana de sus cuerpos.
Sus integrantes lucen unas camisetas que ellos mismos han pagado de su bolsillo. El respaldo económico institucional es también escaso: la subvención anual de 681,40 euros que recibe del Instituto Municipal de Deportes. Pero ellos siguen a lo suyo, luchando, disfrutando de los entrenamientos en familia.

“Lo que nos salva es que el deporte es olímpico”, explica Hoja. Y sueñan con que algún día uno de los jóvenes integrantes llegue a unos juegos.

Individual y colectivo
La lucha es un deporte individual que no se entendería sin el soporte colectivo. “Es imposible mejorar sin el equipo, así que lo potenciamos para que todos se sientan como en una familia”, puntualiza Hoja, que un día animó a su prima Yera Ortiz y la joven es hoy entrenadora del club tras haber logrado la medalla de bronce en el campeonato de España absoluto.

Ortiz es matemática, y trabaja como informática en una empresa del centro tecnológico de Zamudio. Empezó a practicar la lucha olímpica con 16 años. “En este tiempo el club ha ido a más, los luchadores más jóvenes entrenan en el colegio Munoa y a los 12 años pasan al club y lo hacen en Lasesarre”, explica Ortiz, que recuerda que la lucha “no es peligrosa ni se tienen más lesiones que en otros deportes, como el fútbol”, en parte porque “siempre se empieza con un calentamiento intenso”.

En la lucha “la técnica es vital”, y “en los combates está prohibido golpear y faltar el respeto de los árbitros”, señala Hoja. Son valores de un deporte liderado por deportistas de países como Estados Unidos, Japón, Rusia, Cuba o Turquía. Quién sabe, tal vez Aser Ebro y Jose Veizaga logren cumplir el sueño eterno del club de la lucha de Barakaldo: enfrentarse en unos juegos olímpicos a los luchadores de una de las potencias mundiales.

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