Foto: Steven Bochniewicz
por María José Cantalapiedra
Si has pasado tu infancia en Barakaldo recordarás San Juan. No había nada conceptual en la noche de San Juan —a quién le importaba si era o no pagana— y nadie sabía cuál era el significado de solsticio. Menuda palabra, con una s después de una l. ¡Venga ya! El significado que todos comprendíamos a la perfección era el de la palabra vacaciones. Ese sí lo entendíamos todos, incluso si lo poníamos con b, bacaciones, en un ejercicio de premonición sobre las generaciones que nos iban a seguir, que fue antes la desafección a la ortografía que a la política.
No necesitábamos sms, ni WhatsApp, ni redes sociales ni escribir con los pulgares para hacer faltas. Las hacíamos sin tecnología, con papel y lápiz. Eso sí que tenía mérito. Y más mérito con las copias que nos caían, millones de veces escribiendo vacaciones con v.
Pero qué afán tenía la profesora de Lengua —en el recuerdo Lengua siempre la imparte una mujer—, qué afanes tan tontos, nosotros éramos más de significado que de significante, y vacaciones, daba igual cómo se escribiera, significaba libertad. Y con ese concepto, sólo intuido, estaba indisolublemente unida la noche de San Juan, con la libertad. Preparar San Juan llevaba un tiempo y su proximidad era la proximidad del final de las clases, el gusto anticipado de perder de vista, unos meses siquiera, a aquellos profesores para los que éramos siempre sospechosos, sospechosos de cosas como no tomarnos en serio las coplas de Jorge Manrique, pero es que eran como la palabra solsticio, ¡venga ya!
Preparar San Juan era ir pidiendo por casas y comercios cosas que se pudieran quemar, con los pies ya en sandalias, sucios de andar por las calles buscando cualquier cosa que alimentara la hoguera de nuestro barrio. Porque no se trataba solo de elevar una montaña de objetos que ardieran, había que conseguir que nuestro fuego se elevara más alto al cielo que el de las calles adyacentes. Aquello sí que motivaba, la competición de conseguir una hoguera mejor, se escribiera hoguera con h o sin h. El concepto de hoguera era el que se comprendía. Como el de vacaciones. Libertad. Y, no menos importante, fiesta.
Había a veces chocolate caliente, sardinada y un casete enganchado al vecino del primero. Y si además de vacaciones, libertad y fiesta, conseguías que te sacara a bailar el chico de tus sueños, el verano prometía. Noche de San Juan analógica, en blanco y negro. Solsticio que viene, libertad que se va.