Basada en personas reales de su círculo íntimo. Pero ficcionando localidades y nombres: un Guardia Civil de Eibar, una concejala de Portugalete y sus dos hijos pequeños escoltados; un militante histórico de ETA viviendo entre Hendaia y San Juan de Luz…
Presentada ya y disponible en librerías FNAC, ELKAR, CASA DEL LIBRO, EROSKI, AMAZON KINDLE... Próximamente en Zaragoza y Madrid. Ya en tercera tirada desde su lanzamiento en mayo.
Aspectos reseñables:
1- CON PERSONAJES y SUFRIMIENTOS BASTANTE "OLVIDADOS": escoltas/ políticos de pueblo/ Guardia civil/ Niños/ Terroristas arrepentidos...
Se habla de otros sufrimientos, violencias y personajes que también formaron parte del drama vasco.
De la figura de los escoltas, de los concejales de pueblo amenazados y asesinados, de la dispersión de los presos sufrida por las familias, de un joven guardia civil vasco estigmatizado, de los terroristas que se arrepintieron de serlo…
Cuando comienzo a escribir en 2008 tras la ruptura de la tregua de la T4, buscaba mostrar a cada lector a su antagonista. Profundizando. Porque todo el mundo es mucho más que solo un titular o un cliché.
Por ejemplo: El Guardia civil de Eibar no es el: "pikoleto torturador anti vasco que viene de Andalucía a cobrar el plus de peligrosidad…. Es un joven llamado MARKEL CELAYA. Mucho más que un uniforme de las FSE. Pero igual que el propio etarra BENJAMIN LABOA, ALIAS INDIO, no es 24 horas un violento.
2-TOCA TODAS LAS VIOLENCIAS: “BAKEA DA BIDE BAKARRA”
Porque la violencia no tiene apellidos. Y es inadmisible. La ejerza quien la ejerza. Siempre. Siempre. Siempre. Y no es tolerable ninguna violación de los DERECHOS HUMANOS. Nunca. Nunca. Nunca. La paz es el único camino.
3.- REDACCIÓN EN FORMATO ACCESIBLE. FÁCIL. Es novela corta. Y construida en fraseo casi modo "tweet". A conciencia. Cuestión que ahora estamos viendo que es muy buena para colegios. Varias AMPAS de colegios interesadas en charlas y concienciación.
Con esta, mi primera novela, se cierra por fin un círculo. Una cuenta pendiente conmigo mismo. Desde los ocho años no he dejado de escribir. Compulsivamente. Cuentos de detectives, diarios personales, revistas, artículos, poesía... Aun lo conservo todo en una vieja carpeta de cartón de los años del colegio. Y entre todo ese material, tres novelas. La primera de ellas comenzada a los catorce años antes de empezar el instituto. “Enganchados a la adolescencia” se llamó. Más de doscientas páginas escritas a mano en papel cuadriculado. Nunca la terminé. Igual que las otras dos.
Tres novelas arrancadas y todas inconclusas. La hiperactividad es así. Tu cabeza es ágil creando pero se desmotiva desarrollando. Bulle y se excita generando ideas nuevas pero se aburre al poco rato. Cuando ya no le aportan novedad. Por eso pasas a otra cosa. Y luego a otra. Y luego a otra…
Nadie me enseñó a identificar y gestionar todo eso cuando era un niño o un adolescente. Así que solo la edad y algo de ayuda exterior han ido logrando reeducarme.
A mis 42 años sigo desaprendiendo. Y por fin he logrado el primero de mis retos literarios. Este. Dar final a una de aquellas novelas. Con gusto habría acabado cualquiera de las otras dos de temáticas mucho más livianas. Pero esta se impuso al final. Más que un libro yo la sentía un deber. Además este año 2021 se cumplían diez años sin terrorismo. Y era la efeméride perfecta para cerrar un círculo. Como vasco. Como escritor. Y como ser humano.
Ahora ya sé cómo bajar las ideas a tierra. Vencerme, ponerme el mono de trabajo y sentarme en una silla a picar piedra. Así que toca seguir. Ir rescatando poco a poco aquellas historias de adolescencia. Y acabar lo que empecé.
Me sigue costando permanecer mucho rato en el mismo sitio. Pero amo idear y contar historias. Dejar esas pequeñas muescas en el árbol. Como otros me las dejaron a mí…
PRÓLOGO
El 30 de diciembre del año 2006, un día antes de Nochevieja, ETA dinamitó cinco plantas del parking de la Terminal T4 en el aeropuerto de Madrid. Ese día no sólo rompió la tregua y el diálogo con el gobierno de Rodríguez Zapatero, sino que cercenó además de cuajo las esperanzas e ilusiones de muchas familias. En Euskadi y fuera de ella. Que creyeron que esa vez sí. Que esa vez era el final.
Esta novela nace en un tren. En Francia. Viajando de Poitiers a Burdeos con mi pareja de aquel entonces, Raquel. Era primavera del 2008 y ETA aún asesinaba. Hoy, en cambio, el escenario ha cambiado. En octubre de este 2021 se cumplen diez años desde la disolución de la banda terrorista.
Fueron muchas las veces en que, tregua tras tregua, prendió en nosotros la firme esperanza e ilusión de aquel final, pero también fueron otras tantas las veces que aquello finalmente no ocurrió. Y que la violencia volvió, trayendo de su mano, de nuevo, el sufrimiento y la tristeza. Una profunda tristeza. A nuestras calles. A nuestro día a día. Mazazo sobre mazazo. No miento si confieso que en ocasiones incluso llegamos a pensar que aquello jamás se acabaría. Afortunadamente no fue así. Y ya ha pasado una década desde que las portadas de los periódicos y los medios recogieran la tan ansiada noticia.
A veces ni siquiera somos conscientes hasta que pasan los años de todas las situaciones de violencia que hemos vivido de forma directa. Mi familia y yo, por ejemplo, vivíamos en un primer piso encima de un concesionario de coches franceses que en múltiples ocasiones fue atacado e incendiado. Escuchábamos perfectamente romperse los cristales cuando arrojaban cócteles molotov. Los dos portales fuimos desalojados más de una noche por los bomberos por si el fuego alcanzaba las viviendas. Jamás ocurrió. Pero sólo era otra más de tantas. Un atentado en la puerta de mi colegio; escoltas en los portales; calles cortadas por aviso de bomba… Pero también el asesinato a tiros del pediatra abertzale Santi Brouard en su consulta de Bilbao, del político de HB Josu Muguruza… La violencia es violencia. La ejerza quien la ejerza. El terror es terror. Empuñe quien empuñe el arma...
Esta es la historia de cuatro seres humanos. Con sus respectivos caminos. Con sus respectivas decisiones. Con sus respectivos fantasmas. Esta novela podría ser ficción. Aunque desgraciadamente no lo es. Los personajes podrían ser ficción. Aunque desgraciadamente no lo son. Yo no soy historiador. Pero he nacido y vivido aquí. Y los protagonistas de estas páginas no son una invención. Todos existen. Los cuatro. Con otros nombres, otras edades y de otras ciudades, pero todos tienen nombres y apellidos....